Compré la vieja edición cuando era nueva, allá a fines
del 82. Con una tapa de cartón color verde oscuro, un caribeño cadavérico con sombrero de
paja repartiendo un panfleto militante en contornos amarillos y luego el nombre
impactante: “Las venas abiertas de América Latina” y el nombre de su autor en
minúscula: eduardo galeano. Tan simple. Siglo XXI imprimía y publicaba.
También tengo la otra, la mas reciente, comprè dos en estos últimos
años, una quedó conmigo, la otra fue a
parar a mi hijo menor, el de 15, con su
respectiva dedicatoria que no viene al caso. Edición también de Siglo XXI , en tapa
impactante negra, con el rostro de la muerte bajo un ropaje tropical engañoso,
donde la vida parece efímera en un continente que en los años en que fue escrito,
la revolución parecía al alcance de la mano y el diagnóstico regional tan
parecido, encadenaba el destino de esta nación inconclusa que es América
Latina.
Y un tercero que recibí de regalo con tapa diferente. Hermosa encuadernación y una
contratapa que dice: “Escribí Las Venas para difundir ideas ajenas y
experiencias propias que quizás ayuden un poquito en su realista medida, a
despejar los interrogantes que nos persiguen desde siempre: ¿es América Latina
una región del mundo condenada a la humillación y a la pobreza? ¿Condenada por
quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿No será la desgracia un
producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede por
lo tanto ser deshecha?. Este libro fue escrito con la intención de divulgar
ciertos hechos que la historia oficial, historia contada por los vencedores,
esconde o miente. Sé que pudo resultar sacrílego que este manual de divulgación
hablara de economía política en el estilo de una novela de amor o de piratas. Creo
que no hay vanidad en la alegría de comprobar, al cabo del tiempo, que Las
Venas no ha sido un libro mudo. Eduardo Galeano”.
Entre las ediciones muestran las diferencias estéticas, pero su
peso específico no reside allí, sino en la clarificadora denuncia que aún no
cambia, porque los avances logrados no son mas que el afilado de una roca mas
dura: oligarquías socias de los imperialismos de turno, despreocupadas por la
suerte de sus pueblos.
La primera edición, mas compacta, como una suerte de pequeño
ladrillo-por tamaño y por contenido- fue subrayada por mí hace muchos años, en
la época en que usaba lápiz para hacerlo, como si alguna inseguridad me
impidiera hacerlo con tinta, para que esas impresiones juveniles quedaran allí,
sin poder ser borradas.
Solo tomo una frase de la página 3 que además de subrayarla
la marqué en el costado (donde apenas si entraba un “muy bueno”)
Dice así: “ La historia del subdesarrollo de América Latina
integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. Nuestra
derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena, nuestra riqueza ha
generado siempre nuestra pobreza para
alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos”
Gracias Eduardo Galeano, por este comienzo que nuevamente
encaro a leer, como la mejor forma que encuentro de despedir a un intelectual
comprometido con su tiempo y que marcó con este libro las conciencias dormidas,
a las que abofeteó contando esta historia de saqueo de todas nuestras repúblicas,
las que aún nos debemos convertirnos en nación y la derrota definitiva de los poderosos, de los concentradores de riquezas, discursos y sentidos.
Ellos solo han cambiado de ropajes, como las tapas de los libros de Galeano, pero no han cambiado en su egoísmo. Lo que en Galeano es observación crítica que perdura en el tiempo, en las oligarquías aún vivas aunque disimuladas por conveniencia, solo es antipatria, que es lo mismo que antipueblo.
Eduardo los desnudó, los puso en pelotas allá por 1971 cuando la primera edición alumbraba las almas. Hoy aún siguen sin ropas y así deben terminar su predominio traicionero, mostrándolos con sus miserias a cuestas, como muchos de los gobiernos de América Latina hacen hoy: el de Cristina entre ellos.
Su misma existencia es la verdadera victoria de este escritor que desde el hermoso Uruguay, encendía un faro enorme que hoy otras militancias alimentan.