Entre los años 1936 y 1940, el estado provincial, gobernado por el Conservador Fresco, decidiò, garantizar la presencia de un estado fuerte en tèrminos simbòlicos que traducìan una ideología totalitaria, propia de regimenes como el Nazismo Alemàn o el Fascismo Italiano, a quienes admiraba. Estos símbolos se traducirìan en una serie de obras pùblicas que con rapidez y eficiencia se realizarìan. Tres Lomas no estuvo ausente en estas decisiones.
Encargo a dos arquitectos su realización . A uno de ellos, de apellido Bustillo le designò las mas “visibles”: el Hotel Provincial y el Casino de Mar del Plata con su plaza seca.
Al segundo arquitecto le encargò obras “menores”, todas ellas ubicadas en el interior bonaerense, muy postergado en este sentido. Este fue el campo de acciòn de Francisco Salamone: la construcciòn de una serie de Mataderos, Palacios Municipales, Plazas con mobiliario y Cementerios.
De alguna forma el Estado Provincial, se “hacìa ver” en lo que Fresco y sus asesores consideraban arquitectura-propaganda.
Pero el dato mas llamativo, es que estas “obras menores” encargadas a Salamone, le plantean un gran desafìo al arquitecto-constructor, precisamente “hacer lo que no se esperaba”.
En un paisaje llano, sin discontinuidades, en la inmensidad de la pampa, Salamone se propone una ruptura y lo logra. Construye en “contra” del paisaje, construye hacia arriba, prolonga torres en los Mataderos que los asemejan a Iglesias, las alarga en los Palacios Municipales hasta hacer soberbia su presencia y coloca cruces gigantescas en los portales de los cementerios.
No construye una obra igual a otra, pese a que fueron todas contemporàneas en esos 4 años de alocada y febril construcciòn. Salamone, al que le habìan encargado el “trabajo menor” es quien a lo largo del tiempo logra apropiarse de la “gloria mayor”, un manejo dúctil del cemento y construcciones que rompen la monotonìa, lo esperable, lo silencioso.
Salamone “grita” su bronca en cada construcciòn y la canaliza en una creatividad subyugante. ¡Justo a èl, las obras menores¡ ¡A èl tan capaz de hacer algo distinto y art¡stico¡ ¡A èl con cementerios y mataderos¡ ¡Ya veràn lo que construyo¡ ¡Esperen tranquilos la discreción y la mesura¡ . No las habrà.
Nada de eso, Salamone se propone distinguirse y lo logra. Lo hace sin descuidar un àpice la funcionalidad de las obras encargadas: modernizar la forma de matar a los animales garantizando la sanidad, la presencia del estado fuerte en los palacios municipales y el descanso eterno de las cuerpos y almas en los cementerios.
Si Bustillo fue el “bendecido” por el poder de turno, serà Salamone el gran triunfador en el reconocimiento posterior, por una sencilla razòn: lo deseaba, profundamente deseaba destacarse, querìa ser reconocido por su obra, en la posteridad, cuando alguien se diera cuenta, cuando alguien comprendiera que fueron expresiones artìsticas acabadas , a las cuales les dejò su impronta, permitiendonos afirmar en el presente que si el deseo y la bronca actuaron como movilizadores , el talento y solo èl, serìan la garantìa de èxito.
Y esto constituye una enseñanza, no solo para los arquitectos, sino para cada uno de nosotros: Deseo y talento. No siempre estàn juntos.
Encargo a dos arquitectos su realización . A uno de ellos, de apellido Bustillo le designò las mas “visibles”: el Hotel Provincial y el Casino de Mar del Plata con su plaza seca.
Al segundo arquitecto le encargò obras “menores”, todas ellas ubicadas en el interior bonaerense, muy postergado en este sentido. Este fue el campo de acciòn de Francisco Salamone: la construcciòn de una serie de Mataderos, Palacios Municipales, Plazas con mobiliario y Cementerios.
De alguna forma el Estado Provincial, se “hacìa ver” en lo que Fresco y sus asesores consideraban arquitectura-propaganda.
Pero el dato mas llamativo, es que estas “obras menores” encargadas a Salamone, le plantean un gran desafìo al arquitecto-constructor, precisamente “hacer lo que no se esperaba”.
En un paisaje llano, sin discontinuidades, en la inmensidad de la pampa, Salamone se propone una ruptura y lo logra. Construye en “contra” del paisaje, construye hacia arriba, prolonga torres en los Mataderos que los asemejan a Iglesias, las alarga en los Palacios Municipales hasta hacer soberbia su presencia y coloca cruces gigantescas en los portales de los cementerios.
No construye una obra igual a otra, pese a que fueron todas contemporàneas en esos 4 años de alocada y febril construcciòn. Salamone, al que le habìan encargado el “trabajo menor” es quien a lo largo del tiempo logra apropiarse de la “gloria mayor”, un manejo dúctil del cemento y construcciones que rompen la monotonìa, lo esperable, lo silencioso.
Salamone “grita” su bronca en cada construcciòn y la canaliza en una creatividad subyugante. ¡Justo a èl, las obras menores¡ ¡A èl tan capaz de hacer algo distinto y art¡stico¡ ¡A èl con cementerios y mataderos¡ ¡Ya veràn lo que construyo¡ ¡Esperen tranquilos la discreción y la mesura¡ . No las habrà.
Nada de eso, Salamone se propone distinguirse y lo logra. Lo hace sin descuidar un àpice la funcionalidad de las obras encargadas: modernizar la forma de matar a los animales garantizando la sanidad, la presencia del estado fuerte en los palacios municipales y el descanso eterno de las cuerpos y almas en los cementerios.
Si Bustillo fue el “bendecido” por el poder de turno, serà Salamone el gran triunfador en el reconocimiento posterior, por una sencilla razòn: lo deseaba, profundamente deseaba destacarse, querìa ser reconocido por su obra, en la posteridad, cuando alguien se diera cuenta, cuando alguien comprendiera que fueron expresiones artìsticas acabadas , a las cuales les dejò su impronta, permitiendonos afirmar en el presente que si el deseo y la bronca actuaron como movilizadores , el talento y solo èl, serìan la garantìa de èxito.
Y esto constituye una enseñanza, no solo para los arquitectos, sino para cada uno de nosotros: Deseo y talento. No siempre estàn juntos.
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