El periodista estaba a punto de concretar una nota. El futuro entrevistado esperaba. En un ambiente alegre se desenvolvìan las acciones: diarios por doquier, partes de prensa, anotaciones de ùltimo momento y un humor propio que lo distingue.
“Ya estamos…” me dice entre mate y mate.
De pronto y sin aviso la señora entra al estudio, es mayor, quizàs màs de 70 . El periodista la recibe al son de mùsica española improvisada con un càntico personal que acompaña con palmas y le roba una sonrisa. Hábil, entrador…
Ella dice: -Vengo a verte porque me quedè sin tono en el telèfono. ¿Què puedo hacer?
El periodista me mira y me guiña un ojo, una complicidad de ocasión se entabla entre ambos y con seguridad le contesta. –Yo te indico donde tenès que ir.
Me llama la atención la seguridad de la respuesta, porque como muchos tuve la experiencia de esa lucha tortuosa: “Si su problema es de cobranza marque 1, si es de servicio marque 2, si su problema es tècnico marque 3…” y asì indefinidamente hasta que en algún momento, casi por piedad, una voz humana que tambièn parece de màquina nos contesta: “Buenas tardes, mi nombre es Sabrina y estoy a cargo de la terminal numero 23, en que puedo servirle…”
Pero el periodista parece tener otra soluciòn, una “ràpida y efectiva”. No sè como lo harà, pero me interesa la respuesta, casi mas que a la mujer que permanece expectante.
-Salìs de acà y te vas derecho hasta la esquina de la plaza, después la cruzàs por la mitad y en frente es en el ùnico lugar que te pueden atender.
No doy crèdito a lo que escucho. La estaba mandando a la Iglesia. La mujer desprevenida toma nota mental del consejo, pero no evalùa con certeza donde la estàn enviando.
De pronto, otra persona entra en la pequeña sala de espera del estudio radial y el periodista encuentra su broche de oro para dirigirse una vez mas a la mujer que todavía no habìa partido en busca de la soluciòn.
-Mirà, acà tenes quien te va a solucionar el problema, a la casa de èl te mandaba.
Quien habìa entrado era el nuevo sacerdote treslomense; el cura del pueblo.
La mujer no espera màs.-¿Ud va a solucionarme el problema?. ¡Por fin¡. ¿Sabe que ya hace varios dìas que no tengo tono?
El cura no sabe bien que hacer, vestido de civil, cambia la biblia de mano en mano y escucha con paciencia.
El periodista disfruta su chiste, le ha salido redondito y la situación es muy còmica. El cura escucha estoico y asiente con la cabeza y en el final, cuando la mujer ha descargado toda la andanada de quejas, le responde humildemente.-Lo ùnico que yo puedo hacer para que Ud recupere el tono, es rezar.
La mujer no entiende o lo entiende todo. No lo sabemos porque se va.
Pero en la mirada que intercambio con el periodista, parece que ambos encontramos una enseñanza. Quizàs sea mas fácil, en este paìs de privatizaciones insensatas, insistir en los rezos, antes que confiar en la empresa que debe proveer el tono; es que los hombres del servicio telefònico son difíciles de encontrar, quizàs con el otro sea màs fácil.
Personalmente me asaltan otras preocupaciones, tan alocadas como las que acababa de presenciar. Las comparto. ¿Què valor tendrà el mensajito de texto con el todopoderoso? ¿Tendrà buen personal la empresa ? Habrà que probar. Prolongando el chiste del periodista, la imagino asì: “Buenos dìas, usted se ha comunicado con el cielo. Por problemas de robo calificado marque 1, por fomentar impunidad y ser oportunista marque 2, por borrar con el codo lo que escribiò con la mano marque 3, por querer salvar siempre la ropa propia marque 4, por hacer abuso de poder marque 5, por menospreciar la inteligencia de la gente marque 6, por manipular las conciencias marque 7 ” Si ninguna de estas opciones està entre sus problemas, usted no pertenece a Tres Lomas.
1 comentario:
definitivamente yo soy treslomense
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