Para quienes vivimos nuestra adolescencia en el Tres Lomas de mediados de los 70, la figura del obispo Alejo Gilligan, no nos es ajena. Mucho menos para la gente mayor, que por supuesto, lo conociò mucho mejor.
Fue Gilligan el que le ofreciò al padre Luis Diehl que se desempeñaba como ayudante en la vecina Trenque Lauquen, parroquia a cargo de Emilio Ogñenovich, la posibilidad de recalar en “parroquia propia”, esta vez en Tres Lomas. Corrìa el año 1973, cuando el obispo de 9 de Julio, en persona, lo pone en posesión de la misma.
Fue Gilligan el que le ofreciò al padre Luis Diehl que se desempeñaba como ayudante en la vecina Trenque Lauquen, parroquia a cargo de Emilio Ogñenovich, la posibilidad de recalar en “parroquia propia”, esta vez en Tres Lomas. Corrìa el año 1973, cuando el obispo de 9 de Julio, en persona, lo pone en posesión de la misma.
No fue esta la ùnica vez que lo vimos, siendo adolescentes e integrantes del grupo "Amigos de Jesùs" hubo muchas otras, en que vino a oficiar misa a Tres Lomas en sus habituales recorridas por la diócesis a su cargo.
Respecto a este obispo, transcribo ahora un fragmento del libro “MALDITO TU ERES. El caso Von Wernich. Iglesia y represiòn ilegal”, del Cientista Polìtico y Periodista Hernàn Brienza (Marea Editorial. 2003. Colección Historia Urgente)
“El primer gran cambio en la vida del Queque (sobrenombre del cura Von Wernich) ocurriò a principios de 1972, cuando conociò al por entonces obispo de Nueve de Julio, Alejo Gilligan. Von Wernich se enterò de que en esa diócesis necesitaban urgentemente sacerdotes para cubrir vacantes. No lo dudò y pidiò ingresar en la parroquia de esa ciudad. Fue aceptado de inmediato.
Gilligan no era un obispo al que pudiera definirselo como un monstruo al estilo Sanchez Abelenda, ideològica y operativamente fascista. Mas bien era un dinosaurio ortodoxo de panza llena, conocedor de los buenos restaurantes, los mejores vinos y tambièn lo serìa de alguna que otra mujer del pueblo que quisiera acercarle un poco de amor bajo las sàbanas. Reaccionario políticamente, pseudo moralista hasta el cansancio, aunque sòlo en temas sexuales, tenìa un trato muchachista con sus sacerdotes y muy pocas ganas de que los últimos veinte años de su vida pudieran ser trastornados por algún contratiempo. Sus sermones eran largos y soporìferos, y siempre rondaban los pecados del sexo y sus derivaciones. Como si èl mismo tuviera que ahogar sus propios errores en ese mar de condenas desde el pùlpito y con el dedo ìndice en alto.
Porque Gilligan, segùn las malas lenguas de esa oscura y conservadora ciudad del centro de la provincia de Buenos Aires, mantendría un romance con su secretaria personal de apellido Fournier. La mujer habìa tenido una historia tràgica: habìa quedado huèrfana el dìa que su madre se suicidò prendiendose fuego delante de ella. Luego se metiò a pupila en el convento de las carmelitas, pero a los 18 años lo abandonò, entre otras cosas, porque era demasiado hermosa para clausurar sus piernas por el resto de sus dìas. A los 20 años, buscò empleo en el obispado de Nueve de Julio y Gilligan, que por aquellos tiempos tenìa mas de 50, la aceptò. Dicen que el amor no tardò en aparecer y durò dècadas. Las chusmas del pueblo aseguran que aùn hoy, que èl ya està retirado, vivirìa junto a ella en un departamento en la Capital Federal.
Nueve de Julio es una tìpica ciudad de la Ruta 5, chata, de casas bajas, hiperconservadora, con pocos lugares donde salir a entretenerse. Fundada en tiempos en que las tierras se conquistaban cazando indios, responde ideológicamente al modelo de la lìnea de fortines del siglo XIX. Una torre, un milico y un cura. Asì cada 50 kilòmetros, habìa un mangrullo: Buenos Aires, Lujàn, Mercedes, Chivilcoy, Bragado, Nueve de Julio, Carlos Casares, Pehuajò y Trenque Lauquen. Y esa disposición terminò dando forma a un pensamiento tradicional y conservador”
El libro que cita este texto, trata sobre el caso del represor Cristian Von Wernich, en la actualidad condenado a prisiòn perpetua, por su activa participación en los Centros Clandestinos de Detenciòn de la Ultima Dictadura Militar, pero en su lectura, me encontrè con varias pàginas destinadas al entonces “inefable” obispo Gilligan. Esta otra mirada, del muy bien documentado libro, nos muestra otra faceta, de esa iglesia oscura y còmplice, no solo de los tiempos “negros de los años de plomo", sino encubridora de miserias actuales, la iglesia que solo manda a rezar, que no da el ejemplo y que prefiere la inmobilidad de las piedras, antes que el verbo del compromiso cristiano verdadero, que no es el de la caridad, sino el de la lucha por la justicia, tal como el Jesùs històrico lo llevò a la pràctica.
La historia, siempre deja lecciones…
“El primer gran cambio en la vida del Queque (sobrenombre del cura Von Wernich) ocurriò a principios de 1972, cuando conociò al por entonces obispo de Nueve de Julio, Alejo Gilligan. Von Wernich se enterò de que en esa diócesis necesitaban urgentemente sacerdotes para cubrir vacantes. No lo dudò y pidiò ingresar en la parroquia de esa ciudad. Fue aceptado de inmediato.
Gilligan no era un obispo al que pudiera definirselo como un monstruo al estilo Sanchez Abelenda, ideològica y operativamente fascista. Mas bien era un dinosaurio ortodoxo de panza llena, conocedor de los buenos restaurantes, los mejores vinos y tambièn lo serìa de alguna que otra mujer del pueblo que quisiera acercarle un poco de amor bajo las sàbanas. Reaccionario políticamente, pseudo moralista hasta el cansancio, aunque sòlo en temas sexuales, tenìa un trato muchachista con sus sacerdotes y muy pocas ganas de que los últimos veinte años de su vida pudieran ser trastornados por algún contratiempo. Sus sermones eran largos y soporìferos, y siempre rondaban los pecados del sexo y sus derivaciones. Como si èl mismo tuviera que ahogar sus propios errores en ese mar de condenas desde el pùlpito y con el dedo ìndice en alto.
Porque Gilligan, segùn las malas lenguas de esa oscura y conservadora ciudad del centro de la provincia de Buenos Aires, mantendría un romance con su secretaria personal de apellido Fournier. La mujer habìa tenido una historia tràgica: habìa quedado huèrfana el dìa que su madre se suicidò prendiendose fuego delante de ella. Luego se metiò a pupila en el convento de las carmelitas, pero a los 18 años lo abandonò, entre otras cosas, porque era demasiado hermosa para clausurar sus piernas por el resto de sus dìas. A los 20 años, buscò empleo en el obispado de Nueve de Julio y Gilligan, que por aquellos tiempos tenìa mas de 50, la aceptò. Dicen que el amor no tardò en aparecer y durò dècadas. Las chusmas del pueblo aseguran que aùn hoy, que èl ya està retirado, vivirìa junto a ella en un departamento en la Capital Federal.
Nueve de Julio es una tìpica ciudad de la Ruta 5, chata, de casas bajas, hiperconservadora, con pocos lugares donde salir a entretenerse. Fundada en tiempos en que las tierras se conquistaban cazando indios, responde ideológicamente al modelo de la lìnea de fortines del siglo XIX. Una torre, un milico y un cura. Asì cada 50 kilòmetros, habìa un mangrullo: Buenos Aires, Lujàn, Mercedes, Chivilcoy, Bragado, Nueve de Julio, Carlos Casares, Pehuajò y Trenque Lauquen. Y esa disposición terminò dando forma a un pensamiento tradicional y conservador”
El libro que cita este texto, trata sobre el caso del represor Cristian Von Wernich, en la actualidad condenado a prisiòn perpetua, por su activa participación en los Centros Clandestinos de Detenciòn de la Ultima Dictadura Militar, pero en su lectura, me encontrè con varias pàginas destinadas al entonces “inefable” obispo Gilligan. Esta otra mirada, del muy bien documentado libro, nos muestra otra faceta, de esa iglesia oscura y còmplice, no solo de los tiempos “negros de los años de plomo", sino encubridora de miserias actuales, la iglesia que solo manda a rezar, que no da el ejemplo y que prefiere la inmobilidad de las piedras, antes que el verbo del compromiso cristiano verdadero, que no es el de la caridad, sino el de la lucha por la justicia, tal como el Jesùs històrico lo llevò a la pràctica.
La historia, siempre deja lecciones…
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