Al ping-pong era invencible. Una pared infranqueable. Entre sus vìctimas decìamos que "le faltaba audacia" para jugar, pero eso no importaba, èl siempre la volvìa, incansablemente, imbancablemente.
La mesa estaba en el Club Progreso, ubicada en la entrada de servicio y los muchachos de entre 15 y 25 años nos juntàbamos a "pingponear". Los habìa que pegaban con efecto, de saques malèficos, de cortitas provocadoras, de jugar al ùltimo cuarto de la cancha, los habìa rematadores y ademàs estaba EL: LA PARED.
Pochito Farìas ganaba campeonato tras campeonato, sin lucirse quizàs, pero con voluntad de hierro, como un espejo imperturbable, se dedicaba a volverla, desgastando al rival.
Pochito Ping-Pong. Asì es como mejor te recuerdo, en una imàgen imborrable de mi mente.
Cuestiones de la memoria, que muchas veces "guarda" o "muestra" diferentes aspectos de nuestras vidas.
Cuando pienso en Pocho, es inevitable que tenga una paleta en la mano y la vista clavada en la pelotita blanca, que una y otra vez, volvìa al campo contrario.
Por tu extraña muerte, por la lucha de tus hermanas y parientes, por el convencimiento de los que buscan justicia. Por todo esto, Pocho, estaràs siempre en mi blog. Sin palabras, pero con tu imàgen, que dìa tras dìa nos interroga acerca de la verdad. Un abrazo hermano, que tu imàgen se multiplique en las conciencias y en todo lugar donde nos recuerdes tu ausencia y al mismo tiempo "nuestra propia ausencia", la que aùn tiene remedio.
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