Dice Sarmiento en la página 66 del “Facundo”:
“Las razas americanas viven en la ociosidad, y se muestran incapaces, aun por medio de la compulsión para dedicarse a un trabajo duro y seguido.
Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido.
Pero no se ha mostrado mejor dotada de acción la raza española cuando se ha visto en los desiertos americanos abandonada a sus propios instintos.
Da compasión y vergüenza en la República Argentina comparar la colonia alemana o escocesa del sur de Buenos Aires y la villa que se forma en el interior: en la primera, las casitas son pintadas, el frente de la casa siempre aseado, adornado de flores y arbustillos graciosos; el amueblado sencillo, pero completo; la vajilla de cobre o estaño, reluciente siempre; la cama con cortinillas graciosas, y los habitantes en un movimiento y acción continuo. Ordeñando vacas, fabricando mantequilla y quesos, han logrado algunas familias hacer fortunas colosales y retirarse a la ciudad a gozar de las comodidades.
La villa nacional es el reverso indigno de esta medalla; niños sucios y cubiertos de harapos viven con una jauría de perros; hombres tendidos por el suelo en la más completa inacción; el desaseo y la pobreza por todas partes; una mesita y petacas por todo amueblado; ranchos miserables por habitación y un aspecto general de barbarie y de incuria los hacen notables”
Nuevamente aparece el resumen Sarmientito de la vida nacional: “Civilización y Barbarie”. En realidad los primeros en usarla fueron los griegos, solo que para ellos, lo “bárbaro” era lo ajeno, en tanto la "civilización" constituía lo propio.
En cambio, Domingo Faustino, deslumbrado por Estados Unidos y Europa, lo aplicó al revés, como no podía ser de otra forma, en alguien encandilado por el “progreso” ajeno. Así, lo “civilizado” vendría siempre de afuera-salvo los negros africanos- y lo “bárbaro” era la semilla propia (indios y gauchos) que “nos atrasaban”.
“Las razas americanas viven en la ociosidad, y se muestran incapaces, aun por medio de la compulsión para dedicarse a un trabajo duro y seguido.
Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido.
Pero no se ha mostrado mejor dotada de acción la raza española cuando se ha visto en los desiertos americanos abandonada a sus propios instintos.
Da compasión y vergüenza en la República Argentina comparar la colonia alemana o escocesa del sur de Buenos Aires y la villa que se forma en el interior: en la primera, las casitas son pintadas, el frente de la casa siempre aseado, adornado de flores y arbustillos graciosos; el amueblado sencillo, pero completo; la vajilla de cobre o estaño, reluciente siempre; la cama con cortinillas graciosas, y los habitantes en un movimiento y acción continuo. Ordeñando vacas, fabricando mantequilla y quesos, han logrado algunas familias hacer fortunas colosales y retirarse a la ciudad a gozar de las comodidades.
La villa nacional es el reverso indigno de esta medalla; niños sucios y cubiertos de harapos viven con una jauría de perros; hombres tendidos por el suelo en la más completa inacción; el desaseo y la pobreza por todas partes; una mesita y petacas por todo amueblado; ranchos miserables por habitación y un aspecto general de barbarie y de incuria los hacen notables”
Nuevamente aparece el resumen Sarmientito de la vida nacional: “Civilización y Barbarie”. En realidad los primeros en usarla fueron los griegos, solo que para ellos, lo “bárbaro” era lo ajeno, en tanto la "civilización" constituía lo propio.
En cambio, Domingo Faustino, deslumbrado por Estados Unidos y Europa, lo aplicó al revés, como no podía ser de otra forma, en alguien encandilado por el “progreso” ajeno. Así, lo “civilizado” vendría siempre de afuera-salvo los negros africanos- y lo “bárbaro” era la semilla propia (indios y gauchos) que “nos atrasaban”.
Los inmigrantes que él imaginaban eran alemanes e ingleses. La realidad indicó que a nuestras tierras llegaron un 45 % de Italianos y un 35 % de Españoles.
De la misma manera, en ese momento histórico, su pluma, tal como lo adelanta en este texto, consideraba que era la “ciudad” el lugar de la civilización mas perfecta, quedandole al campo-aquel campo en manos indias y gauchas-el espacio de la brutalidad y el antiprogreso.
En próxima entrega y “mechando” con la rica actualidad política treslomense, iré compartiendo con usted lector, este maravilloso libro, no porque esté de acuerdo con sus ideas, sino porque nos gusten o no, EN EL LAS HAY, Y ESO NO ES POCA COSA, AUN HOY, ESPECIALMENTE HOY.
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