viernes, 6 de febrero de 2009

EL "FACUNDO" DE SARMIENTO Y LA "RESIGNACION ESTOICA POR LA MUERTE"


He releìdo a “Facundo” de Domingo Faustino Sarmiento. Lo hice vorazmente, casi sin darme cuenta. La pluma del Sanjuanino es grandiosa, no asì los ideales que guiaron su militancia consencuente.
Cuando uno lo lee, el paisaje cobra vida y los personajes se salen de sì mismos para representar otra cosa: arquetipos que Sarmiento bosquejaba, para concluir en que con “esta semilla”, solo podìa aspirarse a su reemplazo.

Compartirè en futuras entregas algunos textos de este libro, no solo para interpretar aquella militancia que necesitaba de estas “letras”, sino para poder observar, aquel “gèrmen”, aùn entre nosotros, en los medios de comunicación, en las conversaciones cotidianas y tambièn en las aulas: “Civilización o Barbarie.”
El Capitulo I del Facundo se llama “Aspecto fìsico de la Repùblica Argentina y caracteres , hàbitos e ideas que engendra”.
Selecciono una porciòn de las màs brillantes, cuyos pàrrafos sostienen:

La inmensa extensión del paìs que està en sus extremos es enteramente despoblada, y rìos navegables posee que no ha surcado aùn el frágil barquichuelo. El mal que aqueja a la Repùblica Argentina es la extensión; el desierto la rodea por todas partes y se le insinùa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación humana, son por lo general los lìmites incuestionables entre unas y otras provincias. Allì, la inmensidad por todas partes: inmensa la llanura, inmensos los bosques, inmensos los rìos, el horizonte siempre incierto, siempre confundièndose con la tierra entre celajes y vapores tenues que no dejan en la lejana perspectiva señalar el punto en que el mundo acaba y principia el cielo. Al sur y al norte, acèchanla los salvajes, que aguardan las noches de luna para caer, cual enjambre de hienas,sobre los ganados que pacen en los campos y sobre las indefensas poblaciones. En la solitaria caravana de carretas que atraviesa pesadamente las pampas, y que se detiene a reposar por momentos, la tripulaciòn reunida en torno del escaso fuego vuelve maquinalmente la vista hacia el sur al màs ligero susurro del viento que agita las hierbas secas, para hundir sus miradas en las tinieblas profundas de la noche, en busca de los bultos siniestros de la horda salvaje que puede, de un momento a otro, sorprenderla desapercibida. Si el oìdo no escucha rumor alguno, si la vista no alcanza a calar el velo oscuro que cubre la callada soledad, vuelve sus miradas, para tranquilizarse del todo, a las orejas de algún caballo que està inmediato al fogòn, para observar si estàn inmóviles y negligentemente inclinadas haica atrás. Entonces continùa la conversación, interrumpida, o lleva a la boca el tasajo de carne medio sollamado de que se alimenta. Si no es la proximidad del salvaje lo que inquieta al hombre de campo, es el temor de un tigre que lo acecha, de una víbora que lo puede pisar. Esta inseguridad de la vida, que es habitual y permanente en las campañas, imprime, a mi parecer, en el carácter argentino cierta resignaciòn estoica para la muerte violenta, que hace de ella uno de los percances inseparables de la vida, una manera de morir como cualquiera otra, y puede quizà explicar en parte la indiferencia con que dan y reciben la muerte, sin dejar en los que sobreviven impresiones profundas y duraderas”

El pasaje de su libro, es de una fuerza tal, que cualquier lector no puede dejar de conmoverse, màs allà que con su interpretación, no sòlo està hablando de la “muerte que imprime el salvaje”, sino de la “muerte que le espera” a manos de lo que serà la Conquista al Desierto.

Como treslomenses, debieramos ser lectores crìticos del “Facundo”, porque, en definitiva, el paìs que en èl se describe, sus habitantes “salvajes” y los gauchos que los combatiran en levas forzadas en la frontera , seràn-en un momento històrico determinado- los principales actores sociales de nuestra regiòn. Unos como aquellos que no quieren perder sus tierras ancestrales, otros como defensores poco convencidos en los fortines. Ambos menospreciados por las oligarquías terratenientes y a los cuales el lema Sarmientino de “bàrbaros y civilizados” les venìa como anillo al dedo para fines mucho mas espùreos, condenables y materialistas: Simplemente apropiarse de las tierras para ponerlas en producciòn y exterminarlos como raza para reemplazarlos "como la vid, que solo prende de gajo".

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