Provocó una revolución en el barrio y con el correr de las horas, pasamos de ser el alejado “Barrio Matadero” a una especie de “Meca” por donde todos recorren el “camino del circo”
“Llegó a esta ciudad el PODEROSO CIRCO TACONY”, chillaba en la tarde, la camioneta pintada a mas no poder con las leyendas y publicidades.
“Llegó a esta ciudad el PODEROSO CIRCO TACONY”, chillaba en la tarde, la camioneta pintada a mas no poder con las leyendas y publicidades.
Los anuncios se multiplican entre los chicos: “El increíble péndulo globo de la muerte” y también “el elefantito mas pequeño del mundo”.
Y lo infaltable: “Magos, payasos, equilibristas, trapecistas y más¡¡¡MUCHO MAS¡¡¡” sin que nadie a ciencia cierta pueda asegurar que es lo que hay de mas entre bambalinas.
Los paneles de entrada son imponentes para la perspectiva del típico pueblo pampeano de características achatadas y apenas oscureció las luces se encendieron “estilo carnaval de pueblo” para que varias decenas de chicos se agolparan, tratando de espiar hacia la hermética lona que se debe transponer necesariamente para ver la función. Implacable, una rejita impide ir mas allá y solo el "ojo largo" de los pequeños, escruta lo inescrutable, en realidad imaginan y hacen bien en hacerlo.
La amenaza del tiempo desespera a los pibes , aunque quizás sea como antes y terminen quedandose algunos días más . Pero por si acaso, la camioneta dice: “UNICOS DIAS. Viernes, Sábado y Domingo” y los papás debemos tener la espalda muy ancha para proponer no ir dentro de esos “tres ùnicos”, sería arriesgar demasiado y la verdad, no quiero hacerlo. Voy a creer en lo que dicen e iré en estos días.
Varias pancartas en el pueblo y la promoción en forma de bono: “Vale por un niño gratis” en letras grandes y como esos contratos engañosos, en caractéres muy pequeños : “Cada niño gratis deberá ser acompañado por un mayor que abona su entrada”. Una genialidad de popularidad, de calle caminada, de conocimiento de los “flancos débiles” de los pequeños, de conocimiento de las ansiedades infantiles, un reparto de promociones hecho “con mucho estaño” como reza el dicho.
El circo se instaló a 30 metros de mi casa, cruzo la calle y allí está, se ve gigantesco, con marquesinas que brillan y luces que iluminan el entorno. Sigue siendo un mundo extraño, de nómades que ya no cazan guanacos ni ñandúes, pero que son expertos en “cazar ilusiones de niños”, casi, casi, sin equivocaciones en la estrategia.
Me gusta ver a los chicos sonriendo por esta aventura del circo, son los purretes treslomenses, que al igual que nosotros, sedentarios de pueblo, somos invitados-con o sin bono de promoción- a sentarnos en una silla de plàstico, enfrentar el frío y el rocío que el pasto provoca y sin anestesia, aplaudir a rabiar el espectáculo, aunque nos demos cuenta al aparecer en escena, que “el elefantito pequeño” es un gato disfrazado.
Todo vale la pena.
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