viernes, 24 de julio de 2009

TERCERA NOTA: "NO PUDE ACOSTUMBRARME AL VENENO"













El libro está frente a mí, amarillento, me gusta así, alguien me lo regaló y lo conservo como algo inestimable. Leo de él, no de Internet, pareciera que este soporte papel me ayuda más y mejor a seleccionar lo pertinente, lo que me parece aplicable a la realidad actual de la Argentina. Es “La Razón de mi Vida” de Eva Perón (Edición Escolar Peuser) , mas precisamente el capítulo III, se titula “La causa del Sacrificio Incomprensible”. Comparto una parte de ese texto con ustedes. Muestra los primeros interrogantes de una Eva Duarte que va camino hacia “Evita”, muestra sus preguntas respecto a la riqueza y la pobreza y también concluye en su propia toma de conciencia que amanece como “sentimiento”.
Muchos de nuestros mayores conocen el libro, lo han leído, incluso algunos a regañadientes en familias antiperonistas, otros con la alegría de los padres que veían bien su lectura obligatoria en las escuelas, pero los pibes jóvenes no saben de que se trata. Ayudemos a que puedan saber. Este es mi aporte de hoy.

Dice así:

“El tema de los ricos y de los pobres fue, desde entonces, el tema de mis soledades. Creo que nunca lo comenté con otras personas, ni siquiera con mi madre, pero pensaba en él frecuentemente.
Me faltaba sin embargo, todavía, dar un paso más en el camino de mis descubrimientos.
Yo sabía que había pobres y que había ricos; y sabía que los pobres eran más que los ricos y estaban en todas partes.
Me faltaba conocer todavía la tercera dimensión de la injusticia.



Hasta los once años creí que había pobres como había pasto y que había ricos como había árboles.
Un día oí por primera vez de labios de un hombre de trabajo que había pobres porque los ricos eran demasiado ricos; y aquella revelación me produjo una impresión muy fuerte.
Relacioné aquella opinión con todas las cosas que había pensado sobre el tema…y casi de golpe me di cuenta que aquel hombre tenía razón. Más que creerlo por un razonamiento, “sentí” que era verdad.
Por otra parte, ya en aquellos tiempos creía más en lo que decían los pobres que los ricos porque me parecían mas sinceros, más francos y también mas buenos. Con aquel último paso había llegado a conocer la tercera dimensión de la injusticia social.



Este último paso del descubrimiento de la vida y del problema social lo da indudablemente mucha gente. La mayoría de los hombres y mujeres saben que hay pobres porque hay ricos pero lo aprende insensiblemente y tal vez por eso les parece natural y lógico.
Yo reconozco que lo supe casi de golpe y que lo supe sufriendo y declaro que nunca me pareció ni lógico ni natural.
Sentí, ya entonces, en lo íntimo de mi corazón algo que ahora reconozco como sentimiento de indignación. No comprendía que habiendo pobres hubiese ricos y que el afán de éstos por la riqueza fuese la causa de la pobreza de tanta gente.



Nunca pude pensar, desde entonces, en esa injusticia sin indignarme, y pensar en ella me produjo siempre una rara sensación de asfixia, como si no pudiendo remediar el mal que yo veía, me faltase el aire necesario para respirar.
Ahora pienso que la gente se acostumbra a la injusticia social en los primeros años de la vida. Hasta los pobres creen que la miseria que padecen es natural y lógica. Se acostumbran a verla o a sufrirla como es posible acostumbrarse a un veneno poderoso.
Yo no pude acostumbrarme al veneno y nunca, desde los once años, me pareció natural y lógica la injusticia social.”

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