“Es frecuente el error de oponer la política realista a la política idealista, como una alternativa, y que el error proviene de confundir al político practicón con el realista, lo que es un absurdo, ya que el término realismo consiste en la correcta interpretación de la realidad y la realidad es un complejo que se compone de ideal y de cosas prácticas.
Así, el político realista es decir, sustancialmente el político, ni escapa al círculo de los hechos concretos por la tangente del sueño o de la imaginación, ni está tan atado al hecho concreto que se deja cerrar por el círculo de lo cotidiano al márgen del futuro y el pasado, diferenciándose bien del practicón que es un simple colector de votos o fuerzas naturales.
Para una política realista, la realidad está constituida de ayer y de mañana; de fines y de medios, de antecedentes y de consecuentes, de causas y concausas. Véase entonces la importancia de una histórica auténtica; sin ella no es posible el conocimiento del presente, y el desconocimiento del presente lleva implícita la imposibilidad de calcular el futuro, porque el hecho cotidiano es un complejo amasado con el barro de lo que fue y el fluido de lo que será…”
Leerlo constituye una doble tarea, por un lado, esa sensación de vulnerabilidad como Argentinos y por el otro, una gran invitación a “vestirnos” con el ropaje nacional. Don Arturo es intenso; golpea y ofrece al mismo tiempo , desnuda y abriga, pega y protege.
El es uno de los hombres que con mucha claridad hizo este pasaje, partiendo de un “empezar de nuevo” a conocer los problemas Argentinos, en plena década infame, tránsito que lo llevó a ser un hombre-nexo vital, entre los dos grandes movimientos de masas de la Argentina contemporánea: Yrigoyenismo y Peronismo.
Don Arturo lejos está de despedirse.
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