sábado, 14 de noviembre de 2009

CHAPADMALAL Y EL CEPILLO DE DIENTES

















Los hoteles son gigantescos, construidos entre finales de los 40 y principio de los 50, en pleno apogeo del Estado de Bienestar y como él aparecen sólidos.
Miran al mar y se distribuyen armónicamente en un paisaje de césped y pinares.
Fueron construidos por el primer Peronismo y motorizada su obra por Evita.
Las sucesivas dictaduras los abandonaron y destruyeron, luego fue este gobierno el que los comenzó a recuperar.



Aún en el descuido premeditado al que fueron sometidos (al igual que muchas de las obras o emprendimientos peronistas durante la proscripción), no se pudo con ellos y allí están todavía cumpliendo su función social (y aunque están concecionados, esta cuestión esencial permanece)
Los comedores son amplios y funcionales, las habitaciones, si bien no presentan las “linduras” de los tiempos actuales, son dignas, amplias y con baño privado.
Sus vistas son hermosas, cada una mira al exterior, no hay habitaciones “internas”, porque la forma alargada en ambos sentidos del hotel, permite disfrutar del paisaje a todos.



Simbolizan la época en que el turismo popular, permitió a millones de Argentinos disfrutar de las playas que hasta ese momento eran de uso exclusivo de las clases acomodadas Argentinas (de hecho, Mar del Plata fue pensada en ese sentido por la oligarquía nacional ).
Y allí estaba el Peronismo, garantizando a todos el derecho a compartir el bello territorio de esas playas, aunque a algunos no les gustara.



Chapadmalal fueron las primeras vacaciones de muchos obreros Argentinos, la democratización del turismo que hasta ese momento era para unos pocos.
Todavía los ví cumpliendo una función muy importante, pero en mi estadía durante tres días, no dejé de pensar en lo que una política nacional, destinada a los sectores populares, podría haber hecho si un gobierno como el que los fundó no hubiera sido derrocado.



El primer día fui al baño a lavarme los dientes, los azulejos de época, el juego de baño, el toallero y el epejo, me situaron en ese tiempo histórico.
Cepillé con fuerza-así me gusta- y luego del lavado intenté poner mi cepillo en el agujerito correspondiente del portacepillos. No entraba. Los nuevos cepillos “promovidos y garantizados por los odontólogos amigos” no tenían cabida en ese lugar. Me dio bronca, por un lado la obra solidaria que construía la justicia social y en el presente un cepillo de mierda que se niega a entrar en su espacio. Me pareció toda una paradoja de estos tiempos…Lo “exclusivo” del cepillo no reconocía la historia del lugar. ¿Y lo “exclusivo” del presente? ¿Nos dejará construir un país donde “entren” todos? . El cepillo no pudo. Doy fé.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

genial!!! cuando comencè a leer la nota no sabìa como en ella iba a entrar un cepillo de dientes...

Susana dijo...

Muy bueno tu comentario. ¡ Que felicidad habrán sentido quienes pudieron disfrutar, seguramente, de sus primeras vacaciones en ese lugar tan hermoso!!!. Imagino esos días felices, los chicos jugando por esos hermosos parques, la flia. disfrutando. ¡¡ Que hermoso!
Ojalá vuelvan esos días en que este derecho, entre otros, se hagan realidad.