viernes, 15 de enero de 2010

HAITI: "LOS NIÑOS QUE SE PORTAN MAL"














Haití, si bien declaró su independencia tempranamente, fue atravesada a lo largo de su historia por múltiples dictaduras, la mas conocida, la del doctor Francisco Duvalier que gobernó la isla caribeña – hoy en ruinas producto del reciente terremoto- desde 1957 hasta 1971 cuando muere y lo hereda su hijo.


Decía de si mismo: “Yo sé que me han descripto como un gran diablo negro con sombrero de fieltro y anteojos directamente llegado del infierno” y esa descripción ahorra en parte, el esfuerzo de comprender su régimen de gobierno.
En mayo de 1957, en un ambiente generalizado de guerra civil y un trasfondo de explotación de recursos y hombres, el dictador, a quien apodaban “Papá Doc”, asume el poder en la empobrecida Haití.


Prometía la “lucha contra la desocupación, la miseria y el hambre mediante un aumento racional de la producción, supresión de todas las formas de opresión y servidumbre del pensamiento y de las libertades ciudadanas, solución del problema del analfabetismo en escala nacional y fomento de la higiene pública en el campo. Todo por una Nueva Haití de la Unidad Nacional que asegura la fuerza, el progreso y el bienestar”



Muy pronto Duvalier comenzó a hacer todo lo contrario y como reaseguro creo a fines de ese año los comandos armados para reprimir a la población: secuestro, tortura, muerte, cadáveres en las calles (nada que América Latina no conociera mas tarde).



Sin embargo, la realidad es tozuda: durante el gobierno de “Papá Doc” la expectativa de vida de un Haitiano era de 34 años de vida, la tasa de mortalidad infantil de 204 por mil y el consumo promedio de calorías por habitante de 1800 calorías, el consumo de leche por niño al año, era de 7 litros, tenía un médico cada 15.000 habitantes y apenas 6 camas de hospital cada 10.000 habitantes.


Pese a la larga serie de dictadores que rigieron la República desde su independencia, el gobierno de Duvalier se caracterizó por el uso ilimitado de la violencia represiva como única garantía del mantenimiento del sistema (tan violento como la violencia directa)
Pero además del formidable aparato represivo basado en el terror, Duvalier supo manejar muy bien los mecanismos de la propaganda (ideológicos) para confundir y engañar al pueblo , sumido en la ignorancia planificada. A través de mensajes bien orientados para sus fines, logró presentar a su gobierno con una doctrina “revolucionaria”, que no era otra cosa que el disfraz mas eficaz para mostrar su verdadera política reaccionaria y entreguista.



Los sectores mas reaccionarios, conservadores y retardatarios de la sociedad Haitiana, encontraron en su gobierno, la ideología y sus métodos de acción: una especie de “fascismo de las Antillas”.
Duvalier Ville (su propia ciudad), ubicada a 35 kilometros de la ciudad capital, fue el símbolo máximo al paternalismo totalitario de su gobierno.



Hacia 1970, un año antes de su muerte, la dependencia económica de los centros exteriores de exportación e importación es casi total. Los Estados Unidos acapararon el 100% del azúcar, el 80 % del café y suministraban el 80 % de los productos manufacturados.
Esta política, solo pudo consolidarse con un esquema represivo eficiente como el que Duvalier creó con sus tropas personales, entrenadas por los Estados Unidos. El pueblo Haitiano comenzó a identificar a estos malhechores nocturnos con los personajes del folklore haitiano que se llevan en sus canastos a los niños que se portan mal: los Tontons Macoutes.
Si bien primero fueron fuerzas paralelas al ejército oficial, luego fueron legalizadas y hasta desfilaban en los aniversarios de su interminable gobierno.


Los que “se llevan a los niños que se portan mal”, constituyeron a su manera, el mensaje lanzado a toda América Latina, que después se consolidó con el Terrorismo de Estado y las enseñanzas de Argelia y Estados Unidos.



Está claro que el terremoto que asoló a la isla, cobró los máximos costos posibles, precisamente porque a través del tiempo se generaron las condiciones de una pobreza estructural que aún en la actualidad no se revirtió.
Que la tragedia también sirva como aprendizaje nuevo para América Latina, donde se necesita con urgencia, mayor desarrollo, pleno empleo, producción, mercado interno, independencia económica, soberanía política y justicia social. Hasta para enfrentar estas desgracias naturales, precisamente para enfrentarlas, las acciones políticas de los hombres significan mas o menos dolor, mas o menos destrucción, mas o menos dignidad.



Seguro que un terremoto como ese, deja secuelas en cualquier lugar del mundo, pero cuando los Tontons Macoutes actuaron para garantizar bienestar a las minorías , las posibilidades de respuesta se achican y el dolor y la muerte se apoderan de todos.
América Latina se ha movilizado toda en ayuda de este desastre, pero en las calles ensangrentadas de Puerto Príncipe, encontrará una lección fenomenal, para que los procesos nacionales y populares iniciados en varias de sus naciones, no solo no se detengan, sino que se consoliden y profundicen.

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