El reciente fallo de la Justicia Santafesina, respecto a la utilización del agroquímico Glifosato o su marca comercial Roundap, en las cercanías de centros urbanos constituye un importante avance para todas las organizaciones que desde hace tiempo vienen denunciando sus efectos nocivos para la salud de los pobladores cercanos y resulta también un fuerte golpe para la composición del paquete tecnológico concentrado (semilla transgénica, siembra directa y agroquímico glifosato).
Es que la Justicia de Santa Fé por primera vez dejó de cargar sobre los eslabones mas débiles de la cadena (los intoxicados debían demostrar que era el glifosato la causa de sus males), para instalar el “zoom” de la cámara sobre los mas fuertes: ahora serán los fabricantes del producto y todos aquellos que impulsan este modelo de “agricultura industrial”, los que tendrán que demostrar que la rociada sobre los cultivos es inofensiva para los seres humanos.
Y como la temática excede por mucho la cuestión jurisdiccional provincial, toda la pampa húmeda y también aquellos lugares donde la soja invadió cultivos tradicionales o depredó bosques nativos, debieran hacerse eco de esta cuestión.
Jueces atentos a este fallo, estarían poniendo un importante freno a un flagelo que no se vé a corto plazo, pero que será “noticia” cuando ya sea tarde y sean muchos los enfermos y la tierra impregnada del veneno residual.
Tres jueces confirmaron este fallo, con prohibición total de fumigación con glifosato en lugares ubicados a menos de 800 metros de viviendas (en el caso de los fumigadores automotrices o de arrastre, ambos terrestres) y hasta 1500 metros (en el caso de los aviones fumigadores)
Tres jueces confirmaron este fallo, con prohibición total de fumigación con glifosato en lugares ubicados a menos de 800 metros de viviendas (en el caso de los fumigadores automotrices o de arrastre, ambos terrestres) y hasta 1500 metros (en el caso de los aviones fumigadores)
Son muchos en todo el país los afectados por la lógica del negocio sojero, basado en la fumigación del cultivo porque es resistente al mismo y eliminando toda otra maleza y con ella la biodiversidad característica del lugar.
Así como Eduardo Galeano, habla de los “bosques industriales” y los define como “bosques militarizados”o “bosques sin pájaros”, también en el caso de la soja y en mi zona, son cada vez mas los predios donde pulula el cultivo pero ya no cantan las cachilas, ni los jilgueros o cabecitas negras, ya no hay “copetonas” y escasean las perdices que deben refugiarse en los pocos llorones o alfalfas que quedan, por nombrar solamente algunas de las especies que ya no se ven como antes. Además ya no hay mariposas. ¿Será la lógica del modelo? ¿Impedir el canto y el vuelo?
En el oeste bonaerense, en la subregión oeste arenoso, donde está el distrito de Tres Lomas, son cada vez mas las hectáreas implantadas con soja y con ella la fumigación terrestre y aerea, siempre agresiva, un “tuco” mortal que desde el cielo cae como una lluvia apta para garantizar cosechas exitosas, pero asesina para la gente que está abajo.
En mi distrito se fumiga pegado a las escuelitas rurales y también pegado al pueblo y mientras las avionetas aterrizan exhaustas de vomitar veneno, las fumigadoras terrestres, cual arañas ponzoñosas entran a la tardecita a estacionarse en terrenos baldíos, chorreando el líquido prohibido.
Ojalá en la provincia de Buenos Aires, en su núcleo sojero y en también en su sector marginal, algún juez pueda basarse en estos antecedentes y defender a los que tienen todo por perder y casi nada para ganar.
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