viernes, 11 de junio de 2010

"DALE ESTO DE MI PARTE"













“Suca” de DURO DE DOMAR no formuló pregunta alguna, sino que contextualizó una situación en pocas palabras.
Fue en la última conferencia de prensa-a horas del debut-que Diego Maradona ofreció.

“Suca” le explicó que caminando por las calles y haciendo notas con los amantes del fútbol Sudafricano (mayoría negros), había notado la veneración que Diego depsertaba, fundamentalmente por el apoyo que el diez había dado al país anfitrión para organizar este mundial, la antítesis del mas “serio” y especulador Pelé, que en su momento lo puso en duda.

“Suca” le explicó a Diego que un muchacho le mandaba la camiseta Sudafricana (a lo lejos muy parecida a la del archirival Brasil) y que la gente la había firmado: “Gracias Diego, Te amamos Diego, Argentina Bienvenida a SA”, etc, etc.
Maradona escuchó atentamente sin sacarle los ojos de encima a la camiseta que ya se veía en las manos del notero.

Cuando el muchacho se levantó para entregarsela, Diego la recibió sin dudar y “la abrió” para las cámaras, mostrando ante el mundo que son estos los pueblos y los públicos con los que mejor se lleva; los marginales, los más postergados, los esperanzados.
Al toque le dijo: “Dale esto de mi parte” y también sin dudar se sacó su buzo y lo entregó al improvisado intermediario.

Fue simbólicamente muy fuerte.
Era Villa Fiorito llegando a Soweto, no el barrio del estadio bacán, sino el de la matanza de 1977, cuando los estudiantes azuzados por el genial Steve Biko fueron masacrados por los gendarmes del Apartheid, solo por pedir igualdad de derechos.

Fue el cebollita que abrazaba a los pibes Sudafricanos amantes del fútbol y se alejaba del rugby blanco que todavía marca la brecha en un país con desigualdades tremendas.
Era Maradona haciendo feliz a un pueblo, que, pese a tener un 50 % de pobreza, 25 % de desocupación y 12 % de enfermos de SIDA, vive el mundial con alegría y confianza, con identidad africana, con la esperanza intacta, sin la cual no les quedaría casi nada. Eso alimentó Diego.

Fue el pequeño Argentinos Juniors, fue el Nápoles tan cercano al Africa, fue el gol con la mano y la mano de Dios que siempre lo alumbra. Fue el gol del barrilete cósmico, fue la visita previa a ese país desparejo, mezclado con la gente, abrazandose con todos.

Diego se sacó su buzo para todos los Sudafricanos y con ellos abrazó al continente mas sufriente de la tierra y su acción pareció alargar el promedio de vida de ese pueblo, que se ubica tristemente en los 49 años.

Maradona arrancó una sonrisa de todos los anfitriones y estoy seguro que hasta el mismo Mandela festejó-aún con el dolor de su bisnieta fallecida-el gesto solidario del pibe de barrio, del humilde que entiende de que se trata, del sufriente que se aferra a la vida intensa y que es capaz de regalar alegría como nadie, también sin la pelota.

El Bicentenario Argentino se mostró en clave Latinoamericana, con todos los presidentes caminando nuestras calles y hoy Diego, agregó a esa fotografía simbólica, al continente entero Africano. Y aunque derrotemos a Nigeria, nada cambiará, porque el gesto es mas político que deportivo.

Sudáfrica, la que comparte con nosotros la latitud en el mapa, la que está al sur de todos los sures, la que aún sangra en su brecha racial, se abrazó con Argentina en el gesto de Maradona.
Ojalá podamos traducir en fútbol, el mensaje que Maradona dejó con su gesto: jugar bien y ganar. Lo deseamos, lo queremos, lo merecemos….

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