sábado, 13 de diciembre de 2014

PERDONAME BUZON, QUERIA CHARLAR UN RATO

La historia siempre es mas compleja y su motor ha sido siempre el conflicto y las tensiones.
Por eso me alegró que se destacara el “viejo buzòn” de los treslomenses, el que està a media cuadra de donde me criè.

“Puesta en valor” le dicen ahora, frase que jamás me cayó bien. Es como “calidad de vida”. Me suenan a mercado, a empresa privada, a marketing. Me gusta otro lenguaje.

Nada se “pone en valor”, las cosas simplemente “valen” que no es lo mismo que tener un precio.
Y el buzón valía por su representación de otros tiempos, que en estos mas frenèticos de facebook parecen casi antagónicos: el buzón donde se esperaban muchos días por la respuesta a la carta enviada y la contestación al toque que las redes sociales nos permiten hoy con escaso tiempo para razonar la respuesta. La antítesis, el buzón era la esperanza en forma de sobre y era la espera de la contestación necesaria. En el medio, el tiempo hacía su parte. Hoy no.

Y las cosas se apresuran, casi violentadas por la necesidad de “poner en valor” lo que ya vale, aunque hay detalles que se escapan y que no debieramos dejar de conocer y destacar.
Son los detalles del conflicto que estaban presentes en el mismo buzón, al mismo momento en que se mostraba la hermosa y duradera obra que apoyo y estimo.

Si uno mira con atención al buzón, si se acerca y lo interroga, comienza un diálogo que puede enriquecernos.
Claro que dialogar con un objeto no es tan simple, porque como los objetos no hablan…
Pero aunque no hablen, tienen un idioma, que puede pasar casi desapercibido.
Pero hay que acercarse y verlo. Leerlo. Es decir, para hablar con un objeto histórico hay que conocer su idioma y dejar fluir sus historias. Escucha atenta.

Allì, en uno de sus costados del buzón, dice claramente VASENA.
Es la fábrica donde se construyó. Es industria nacional. Y es una industria que se hizo famosa, allà por 1919 en pleno gobierno de Don Hipólito Yrigoyen.

Los “Talleres Vasena” estaban en la Ciudad de Buenos Aires y muchos de sus trabajadores eran los llamados “rusos”, mas concretamente, desprevenidos inmigrantes judios de distintos países de Europa, tan preocupados de ganarse el mango y progresar como sus congéneres cristianos o ateos.
Fue en diciembre de 1918 cuando comenzò la gran huelga en esos talleres de Pedro Vasena e Hijos. Una industria que habìa sentido los rigores de la Primera Guerra y que decidiò ajustar para “abajo”, es decir, bajar los costos de la mano de obra. Pero he aquí que el gobierno de Yrigoyen, se caracterizó por intentar jugar de arbitro, sin advertir que muchas veces lo hacía entre zorros y gallinas y allí no hay referee que valga, siempre será el zorro el triunfador.

Lo mismo sucedió aquí, un temor instalado por la Primera Revolución Comunista del mundo, la Revolución Rusa, lanzó a las clases dominantes a una caza de brujas que escondía en el fondo lo mismo de siempre: plata para pocos bolsillos, miseria para los trabajadores. Vasena quería ajustar y que pagaran los trabajadores.

Ese buzón que pusimos en “valor”, vale esta historia, fue construido por esos laburantes, que en lugar de achicarse y aceptar el ajuste, redoblaban la apuesta y pedían mejores condiciones en la jornada de trabajo, en la higiene laboral y por supuesto en los salarios.

La huelga fue fogoneada por los medios de comunicación de entonces como una huelga “comunista” y los judíos que allí trabajaban se convirtieron en “rusos” para dejarlos pegados a la Revolución Rusa de 1917 y sus actores principales: los bolcheviques.

La represiòn no se hizo esperar, como mas tarde tampoco lo hizo en los sucesos de la Patagonia Rebelde  (lo trajimos a Osvaldo Bayer para recordar esos acontecimientos) o en la represión que el radicalismo permitió en La Forestal, donde a la depredación de los hermosos árboles de quebracho se hermanaba la explotación hasta la muerte de los hacheros. Dos caras, la misma moneda.

Setecientos muertos y cuatro mil heridos fue el saldo de  esta Semana Trágica de los Talleres Vasena, alguno de los cuales, quien sabe, habrá construido el buzón que hoy mostramos orgullosos en la remozada esquina.

Y no está mal haberlo hecho, que no se confunda. Creo que constituye un atisbo de rescatar elementos históricos que cobraban vida todos los días en las cartas que llegaban en tren y partían nuevamente en él. Las habría de todo tipo: con buenas noticias, cartas de amor, invitaciones y también cartas tristes. El buzón hoy innecesario y el tren que aún no llega. Uno en su esquina maquillada, el otro, esperando que el proyecto nacional y popular lo vuelva al centro de la escena.

Y ese es nuestro buzón, el que dice VASENA, el que nadie interrogó por ese lado, el que insiste-si le prestamos oreja- en contarnos esta otra historia, conflicto puro: la de un gobierno Yrigoyenista que embarcado en esa campaña de miedo y odio al comunismo y doblegado por las clases dominantes, aplastó sin contemplaciones la huelga de los Talleres Vasena. 

Yrigoyen le ofreciò, en aquella Semana Trágica de Enero de 1919, a toda la oligarquía que había perdido el gobierno pero no el poder, las marchitas flores del liberalismo, salvadas por él, justo por él, un hombre del campo nacional, salvadas de los proletarios que pretendían derechos.
Después llegó Perón.

Perdoname buzón, te hice hablar demasiado. Un abrazo del pibe del barrio que a veces te tiraba con la honda.



1 comentario:

raul dijo...

Guillermo, gracias por resumir en tan pocas palabras un momento tan dificil y poco recordado de nuestra historia.