sábado, 3 de octubre de 2009

EL MARTINGRANO


















Colaboración especial, publicada en la revista “ES LO QUE HAY”. Nº5. Septiembre de 2009. Por Guillermo Donari.



"Esa niña tiene hoy 14 años. Cuando sucedió la anécdota acababa de cumplir 7. Entramos su mamá y yo junto a ella, la puerta se abrió gentil e ingresamos al hall de la Escuela Nº 2.
No recuerdo el motivo que allí nos había llevado, seguramente un trámite de alguno de los integrantes de la pareja docente.




Días antes y por nuestras respectivas actividades, habíamos estado hablando de las cuestiones pendientes en materia de Ciencias Sociales, de cómo costaba hacer ingresar a la escuela temáticas actuales que permitan comprender la vasta realidad social, de cierto “aniñamiento” de estas ciencias en los primeros años escolares y también de una marcada tendencia a contenidos escasos, cuando no, directamente desaparecidos de las aulas.



Hablamos de la gran dependencia que en ese momento las Ciencias Sociales tenían respecto a las efemérides y de cómo esa palabra resultaba engañosa para lograr enseñar el proceso que permita comprender lo sucedido en los primeros años de la patria.
Es que la misma palabra guarda una “trampa”, tanto en su orígen griego, como latino, significa: efímero, de un día. Y no existe nada mas contraproducente para entender una fecha patria que pensarla sólo como “un día”, sin acontecimientos pasados que la expliquen, sin actores sociales que le den vida, sin intereses económicos y políticos en juego. No hay posibilidades de explicación si solo explicamos lo “efímero”.




Hablamos de una historia repleta de “islas”, donde esas efemérides “flotan” en un mar líquido que no permite conexión alguna, una historia que le cuesta convertirse en continente. Es decir, proceso amplio y comprensivo, integral y abarcador.
La niña caminó por el hall, distraídamente hasta que algo le llamó la atención. Ella era alumna de otra escuela, la Escuela Nº1, Manuel Belgrano.




Hablamos de los próceres, de esos construidos para estar siempre en el mármol, en el bronce, funcionales a una didáctica conocida como de “la Gran Nación”, destinada a “argentinizar” a la inmigración aluvional llegada de Europa, próceres que debían ser un orgullo para los recien llegados, aunque para ello debiera falsearse su “humanidad” y convertirse en seres especiales.
Próceres intocables que no admitían críticas, que jamás habían dudado, que no conocían el miedo. Próceres generadores de un discurso único, sin fisuras, sin rupturas, funcionales a una clase dirigente que quería integrar a la masa inmigratoria, disciplinarla y en ese marco, no había lugar para ideas diferentes.




La niña se detuvo frente a él, lo miró en su estatura en en su brillo. Su dedito se levantó señalando y sin anestesia disparó: “Mamá, papá…miren, acá también hay un MARTINGRANO”.




En realidad era el busto de Juan Bautista Alberdi, porque así se llama la escuela que visitabamos. Pero lo que más gracia nos causó no fue la confusión de prócer, sin la construcción de un híbrido: “el Martingrano”, una mezcla de San Martín y Belgrano, una relación risueña que de alguna manera se emparentaba con la charla que habíamos tenido y que nos permitió ver con mayor claridad, que aún en nuestros días, especialmente en nuestros días, esta didáctica debe ser trabajada en las aulas para que la historia se vuelva "social", para que comprendamos el proceso amplio que nos ayude a entender elpresente, para que nos ahorremos detalles innecesarios que sólo nos detienen y especialmente, para que los que están en sus pedestales dejen de ser sólo próceres y se conviertan en seres humanos con todas las de la ley: temores y valentías, miedos y corajes, amores y odios, envidias y apoyos, empujes y cansancios, defecciones y enterezas.


Igual que ahora entre nosotros. Simples mortales, "albañiles" de una realidad compleja."

2 comentarios:

Santiago Lucas dijo...

Gracias por mencionar el artículo.

Saludos!

Anónimo dijo...

Me hizo acordar algo parecido, muy gracioso, cuando mi hijo de 4 años dijo mirando el retrato de San Martín: MANUEL UNGRANO.
Saludos