martes, 27 de octubre de 2009

LLORA EL TELEGRAFO






















La visita avanzaba sin problemas. Las maestras jardineras se mostraron interesadas en la vieja Estación Ferroviaria de América, distrito de Rivadavia.
Como capacitador del curso de Ciencias Sociales para el Nivel Inicial, me había entrevistado previamente con “El jefe”, señor Miguel Ramos, que desde hace varios años, sin cobrar un peso, se hace cargo de mantener el lugar.


Lo hace como puede, sin presupuesto, a pulmón….a corazón.
Una estación que deja ver “juventudes” arquitectónicas típicas de las edificaciones inglesas de principios de siglo, sólida y funcional. Allí vive , en “mi” casa , la casa “del jefe”. Vive entre los recuerdos de cambistas y señales con nieblas peligrosas , con cargueros repletos y picado de boletos, con encomiendas y estibas de bolsas de trigo, con pavos gordos que partían y periodicos intrigantes que llegaban.
Vive en los recuerdos y de ellos, pero se lo ve enérgico, de conceptos claros como buen ferroviario y portador en sus palabras de un proyecto nacional.


Vive en una especie de “no lugar” al decir de los geógrafos actuales, un espacio vacío de contenido, ausente de arraigo, sin geografía y sin historia. No es que no la tenga, al contrario, pero es uno de esos espacios que perdieron identidad por la realización de algún tipo de vaciamiento: en este caso, el territorio emblemático de un ramal deshilachado, en manos hoy de una empresa privada que sólo tiene en su cabeza un cálculo económico.


Fuimos con las Jardineras a buscar lo contrario, el “lugar”, el espacio habitado y vivido, por fantasmas siquiera, el horizonte cotidiano que tiene sentido de identidad, pertenencia, arraigo. Fuimos a que nos hable de aquellos tiempos y también de “estos tiempos” y fue maravilloso.


En educación se le llama “informante clave” y se utiliza con ellos la “técnica de la entrevista”. ¿Saben qué?. Esas palabras no estaban destinadas al “Jefe”, sonaban tecnocráticas, demasiado estructuradas. El tipo resumía la historia y la geografía en cada palabra, era el trabajo de los galpones, sudaba con el “potro” y los estibadores, olía a rieles y zorras presurosas, a “catangos” con mamelucos llenos de grasa y durmientes relucientes del quebrachal diezmado. El hombre imitaba a “linyeras” y crotos, fue campana de partida “de la formación”, descripción exquisita de la “vuelta del perro” y noviazgos robados al andén.



Y de pronto sacó el telégrafo y las diez chicas lo miraron con mas atención . Y lo sacó reluciente, aunque no tanto como el bronce de la campana, diría que lo sacó como provocando.
-¿Lo sabe usar?, disparó la más jóven del grupo.
- Yo comencé de telegrafista, sostuvo “el Jefe”. Y explicó que a través del aparato recibió noticias muy lindas y otras tristes, nacimientos a cargo de comadres desde estaciones vecinas, hasta la muerte de un amigo.
- ¿Puede escribir algo ahora? ¿Es código morse no?. Dijo otra .
- Sí puedo, sostuvo “el jefe”.
- Escriba “Buenas tardes a todo el pueblo de América ” dijo una docente veterana.
Y empezó una serie de golpeteos que para un analfabeto en la materia eran solo eso, pero en su rostro moreno, cada toque se correspondía con un gesto, como saboreando el lenguaje de su máquina.

Cuando terminó, una docente con guardapolvo le pidió esta frase: “Necesitamos que vuelva el tren”.
“El Jefe” la miró con ternura y luego se reconcentró en la tarea y otra vez volvió el tamboril telegráfico, casi amoroso y mientras escribía, como brindando con un líquido inesperado, Miguel Ramos comenzó a llorar, repiqueteaba y a su ritmo, las lágrimas caían sin cesar, pero nada hacía para detenerlas, como si les correspondiera estar allí, como invitadas al viaje utópico de la vuelta del ferrocarril, brindis doloroso de los que no se entregan, resistencia profunda que mezcla sentimientos colectivos con vida personal. El Jefe lloraba y les aseguro, que también hacía llorar.

1 comentario:

Susana dijo...

Què hermosa experiencia Grillo!!!. mientras leìa me venìan imàgenes de cuando ibamos a la Estaciòn. Cuàntos recuerdos tengo!! ( crotos. jaulas con pollos. diarios. encomiendas y los rostros de cada uno de los ferroviarios. Parecìa que leìa un cuento.