lunes, 4 de junio de 2012

COMPROMISO AMBIENTAL EN EL SECUNDARIO



Llegó a todas las escuelas secundarias de la Provincia de Buenos Aires  la disposición para que los alumnos de Primer Año, tomen públicamente su "compromiso" con el medio ambiente sustentable. La Directora General de Cultura y Educación , Silvina Gvirtz,  la envió   a cada distrito bonaerense, acompañada del protocolo necesario para llevar adelante la ceremonia.
Creo que el acto es importante, aunque debe ser  interpretado  como cierre de una temática ya trabajada en cada una de las aulas.

Superar las tradicionales latitas de gaseosa o las pilas cementadas como forma de mostrar el "deber ser" ambiental es el desafío del momento. Una lógica demasiado urbana ha interpelado siempre acerca de este tema, cuando en la Argentina de hoy (glifosato mediante) la cuestión se esparce sobre nosotros.

Pero quizás el ejemplo mas contundente acerca de la depredación ambiental se dió entre fines del siglo XIX y principios del XX, cuando desde 1880 hasta 1914, la "Forestal Land, Timber and Railway Co. Ltd" adquiere mas de 2 millones de hectàreas en el norte santafesino.
Y aquí la cuestión básica: las empresas con mentalidad extractiva, que nada le devuelven a la tierra y sus recursos, actúan igual con los hombres que en ella trabajan.

Más conocida como "La Forestal..." burlaba desde su nombre el trabajo de saqueo, emitía su dinero propio para el pago de sueldos, obligaba a los hacheros y trabajadores del tanino a comprar en sus almacenes de ramos generales y tenía su propio cuerpo policial para calmar revueltas de los explotados.

 Los trabajadores del monte vivían en pozos bajo ramajes, el 45 % de ellos moría tuberculoso y casi el 100 % había contraído sífilis. Se consideraba "accidente de trabajo" a las picaduras de víbora  y en las localidades que quedaban bajo sus dominios, la estadística indicaba  que el promedio de vida no llegaba a los 40 años y la mortalidad infantil superaba la mitad de los nacimientos.

Los bosques de quebracho (el oro rojo) fueron diezmados y la empresa justificaba la no implantación de nuevos ejemplares con el argumento brutal que mostraba su deshaprensión: "para que plantar si un quebracho tarda 150 años en tener su madurez".

Es decir: ¿Para qué plantar si cuando crezca nosotros ya no estaremos aquí?.

Se aprovechaba la madera para postes de alambrado, mangas, tranqueras y fundamentalmente durmientes de ferrocarril, en tanto su corteza tenía un alto poder tánico  ( y el tanino era utilizado para curtir cueros), producido en caliente, calderas que cocinaban literalmente los órganos internos de quienes se atrevían a trabajar en ese infierno.

El estado santafesino y también el estado nacional, en esa época de apogeo del modelo agroexportador renunció a la intervención, a su poder de policía, de ordenador de la actividad. No se metió y las consecuencias fueron nefastas para toda la zona. Esto también interroga nuestro presente.

Aquí hay un buen ejemplo para trabajar en las aulas, para que este "compromiso" medioambiental, tenga un sentido nacional. Por supuesto que importa el agujero de ozono, la ballena franca, el oso panda, el gorila lomo plateado y la lluvia ácida, pero es en los ejemplos mas dolorosos de nuestro territorio nacional donde el pensamiento se agudizará en los alumnos.

El ejemplo incluso indaga el presente, porque esa Santa Fé que hoy ha mirado hacia el sur implantando el modelo de agricultura industrial, tuvo otra época, donde también fue la pampa húmeda la que le impuso el ropaje, o mejor dicho la desnudó de él.

Tuvo que llegar el Peronismo e incomodar con sus inspectores para que la compania comenzara a planear la retirada. Cuando lo hizo, a comienzos de la década del 60, mostró la "hilacha" que faltaba: voló los tanques de agua, destrozó las fábricas de tanino, cortó el suministro eléctrico y levantó las vías férreas que había utilizado en su traslado interno. El objetivo fue "evitar la competencia" del estado nacional Argentino.

"La Forestal" había elegido otro destino, mas "tranquilo" que el Argentino: se instaló en Sudáfrica, con Mandela preso y el apartheid en su apogeo. Allí eligió otro árbol, mas pequeño, más rápido de crecer, aunque de menor capacidad de producir tanino. Se llama acacia negra, pero ellos, casi como una burla le decían "La Mimosa".

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