sábado, 3 de mayo de 2014

LA DEBIL ALMA DEL HIERRO



El dìa jueves 1 de Mayo, por invitaciòn de unos amigos con los que siempre la pasamos bien, nos fuimos a visitar lo que quedó de la Villa Epecuen.
Voz Araucana o mapuche que significa “Casi asada”, en referencia al poder que ejercìa la sal, el viento y el sol  sobre la piel de los nativos que allì vivian. Casi los asaban, sin fuego, a pura intemperie.

Uno puede llegar a la Villa por diferentes lugares, por la ciudad de Carhùe, donde el circuito turìstico està mas armado, o por donde fuimos nosotros guiados por una española de voz sensual, la voz del GPS, que nos guiò por otro camino, pero que alguna razòn tenìa para el desvìo.

Cuando en el GPS pusimos Tres Lomas-Villa Epecuèn, el aparato se manejò con esos datos y nos enviò derecho a la estación ferroviaria de EPECUEN donde hoy esta emplazado un museo, sin muchos elementos pero significativos: unos trajes de baño de la època milagrosamente salvados, un equipo de mùsica de la clàsica confiteria bailable BIN, BAN, BUN, una tina de baño indestructible para embarrar el cuerpo en busca de que ese barro curativo les diera una mano con la artrosis, los dolores musculares o de huesos, un libro con firmas de famosos que visitaron Epecuen donde figura Luis Sandrini, una zorra para trasladar la sal, poniendo a ese Epecuèn en un lugar no solo turìstico, sino minero, donde la extracción de sal tenia un valor de venta y donde los nativos del lugar tenian muy en claro, desde los caciques mas antiguos hasta el jòven PINCEN: NO ENTREGAR EL CARHUE AL HUINCA.

Sabian que allí había un recurso que en epocas en que la industria del frío todavía no funcionaba, era la sal la que preservaba los alimentos. Por eso “no entregarlo”, no dejarse vencer allí, hacerse fuertes.
Pero nos volvemos un poco mas acá, en esa estación ferroviaria donde una melancólica empleada nos invitaba a ver un video de 25 minutos de duración sobre lo que le aconteció a Carhúe, sin advertir que a escasos 5 minutos estaban las ruinas verdaderas, esas que estuvieron años tapadas en agua salada (70 veces mas saladas que el mar) y que preferìamos ver en vivo y en directo la realidad y no como alguien nos la cuenta.

Buen ejercicio este –pensè- acostumbrarnos a ver por nosotros mismos, con nuestros ojos, a escuchar de la gente, a percibir, a dejarse atrapar por el pasado y entrar en diálogo con él, por los recuerdos que alguien nacido en el 60 como yo, necesariamente tenìa.

El video de 25 minutos era lo virtual, la interpretación de un autor, que con todo respeto siempre tendrá su mirada sobre los acontecimientos, como corresponde. Y aunque uno lo haga, creo que siempre debe hacerlo después. Primero la realidad, lo que se puede vivenciar tiene un valor de impacto y de recuerdo que raramente logre el video.

Seguramente en otras ocasiones no nos quedará otra que el video. A mi me gustaría visitar la ex Union Sovietica, hoy Rusia y ver como estan hoy esas ciudades que se las ve devastadas en películas como LA CAIDA de Hitler por ejemplo, pero cuando uno suma el costo del pasaje y la estadia, entiende que debe empezar por ver la película, el documental, leer el texto, etc.

Pero cuando uno tiene todo esto cerca, no debe perder la oportunidad de los datos aun frescos de lo sucedido.
No obstante nos quedamos un buen rato en el museo de la Estación Ferroviaria. Unos gigantescos Banners que casi nadie lee (logrè hacerlo apurado), dan cuenta de la historia de esa villa Epecuen, donde desde principios del siglo XX se advierte que hay alli un potencial turístico y son hombres de afuera, no de la región, acaudalados personajes que compran e invierten y la explicación va pasando en el tiempo hasta llegar a lo que ellos llaman la INACCION CRIMINAL de las inundaciones, planteando que habia dos cosas para hacer en las inundaciones de 1986/87, o inundar el campo que vaya a saber a que poderoso pertenecìa o condenar a la Villa. Esto ultimo fue lo que se hizo y en cuestion de horas, no de dìas, se dio la voz de alarma y se invito a la gente a desalojar. ¡Asi nomas¡ Se tienen que ir porque se inunda.

Y nos largamos a la Villa, una bonita pero poco informada empleada estaba mas preocupada en cobrarnos los $20 por persona que en darnos algún dato útil para entrar en diàlogo con lo que ibamos a ver.

¿Y que vimos?. Pues una ciudad derrumbada, bombardeada, carcomida por la sal en sus cimientos de hierro, preservada en sus maderas duras, implacable con las lozas que como todos saben tienen un novio de hierro en su interior: sano el cemento, carcomido el hierro, asi en todos lados.

"Y uno vuelve siempre, a las bellas cosas, donde amo la vida". Y nos fuimos a la pileta de nataciòn gigante para esa epoca. ¿ Y saben que? Tambien gigante para esta epoca, con su cascada intacta en su boca seca de ahora, con sus islas que asoman integras, con sus techos apergolados, desparramados porque la columna que los sostenia era de hierro, con su cantina y su barra, sus baños, sus lugares para tomar sol, eso estaba allì y faltaba que como en una película, los dos toboganes intactos comenzaran a funcionar, el agua cayera y el color y la gente, solo por un momento, mostrara esa Epecuen, la de los rusos embarrados, los pibes jugando felices, los papas distendidos.

Una Epecuen mas valorada desde afuera por sus propiedades curativas que desde nuestra regiòn. Nos suele pasar. Parece que lo lejano fuera siempre mejor. Y mas en un pais como la Argentina que se deslumbra fácil con el paisaje extranjero, el dinero color verde y las ideas compradas.

Allì estabamos con un amigo de la adolescencia y nuestras parejas, cada uno con sus recuerdos: se cruzaban las abuelas, los abuelos, los dichos de papà, las càmaras para flotar, las tolderìas que se armaban, los oficios de embarrador, el viaje interminable por tierra, pasando por Leubuco y Yutuyaco.

Por ùltimo visitamos dos cosas mas: el Matadero Municipal, una obra maestra de Francisco Salamone , ese que construyo hacia arriba donde el paisaje es  plano y dejó su marca par siempre. El que construyó mataderos (de donde provenia la vida, la comida), construyo cementerios (donde se garantizaba la muerte eterna) y construyo palacios municipales (donde el estado estarìa presente entre una y otra, marcando el tiempo y la hora con su reloj). Todo eso estaba allì, solo que ahora estabamos en el matadero, que mantiene su estructura bastante intacta y su torre en forma de cuchillo desafiante, aun intentando rascar la panza de alguna nube blanca y pomposa.

Y después el viaje final, el mas impactante: el cementerio que estuvo inundado. Y si uno mira con atención, no verá mas que tumbas. Verà las clases sociales, aquellas que una vez que el agua retrocedio pudieron sacar a sus muertos y llevarlos a otro cementerio, el de ahora. Pero tambien estan las tumbas “en tierra” las que permanecen allí, con sus cruces cortadas al ras, porque son de hierro y entonces al estar caidas no se sabe bien a que muerto pertenecen, como si la desgracia solo hubiera mezclado a los mas pobres.

Pero ese fue parte de mi análisis que tambièn uno se lo puede ahorrar y dedicarse a caminar esos pasillos con tumbas totalmente abandonadas, làpidas a medio levantar, mausoleos señoriales vacios, estampas de bronce desgastadas, placas que ya no dejan leer ni año, ni nombre, solo algún símbolo.

Y lo que mas me llamò la atención, fueron aquellas pocas tumbas que aun estan muy cuidadas. Y no es que no sufrieran el trabajo implacable de la sal, sino que existió una decisión familiar de dejarlos en ese campo santo (al decir de nuestros paisanos) y las preservaron: sin gastar mucho pero allí está la foto y la placa que se ve, la frase que a ese muerto le dejaron sus hijos , sus amigos  o su mujer y las flores que contrastaban contra un blanco demasiado mortecino que cubria toda la escena.

Era la tardecita y nos fuimos encontrando, el cementerio era una amplia ciudad donde las diferencias son menores (nadie escapa de la muerte), pero siguen existiendo (manifestadas en el material de las tumbas), definido por los aun vivos.

Epecuen fue visitado con nuestros propios ojos, vimos lo que pudimos y de acuerdo a nuestros intereses nos deteniamos: vimos tejas francesas, cada una  con el nombre de su fabricante, vimos jardines enormes y muertos, en el pasado zonas bonitas y placenteras, vimos los espigones que no pudieron atajar nada, vimos aljibes y brocales, el auto que no pudo salir y allì està como invitando a sacarse una foto (cosa que hicimos), vimos nuestros propios recuerdos, y tambièn vi a mi abuela Yolanda sacandome del barro, yo con 8 o 9  años, llevarme al hotel de la villa (no recuerdo el nombre), ponerme en pelotas, subirme a la canilla de lavarse la cara y con paciencia de abuela, sacar de aquellas partes de niño, los trozos de sal que ya comenzaban a arderme. Y mis compañeros vieron lo suyo, porque los recuerdos nos impactan sin anestesia en estos lugares.

Y tambièn vimos, como los materiales que parecen mas duros-el hierro y sus aleaciones vaya si lo son- en realidad, ante determinadas circunstancias, son blandos como manteca (diria Martin Fierro), y otros materiales que no parecen tan resistentes (el caucho de las gomas de un auto), permanecen intactos.

Y creo, y me aventuro al creer, que tambièn en esa desgracia de una Villa y su balneario desaparecido, con su historia sepultada bajo el agua salada, los hombres y mujeres habràn actuado igual: los que parecìan mas fuertes, lo habràn sido? Y aquellos mas dèbiles a los ojos del prejuicios, se habràn comportado asì?.

En fin, un viaje que recomiendo, pero no con un criterio turìstico, sino històrico, geogràfico y sociològico.  Lo recomiendo pedagógicamente, siempre y cuando contextualicemos lo sucedido, para que las cosas tengan sentido. Vale la pena, se aprende del pasado y fundamentalmente, se aprende del presente.

Pastafrola y mate hicieron el resto, y nos volvimos a Tres Lomas, a nuestra propia sal, -pensè- con nuestros propios miedos y alegrìas, con nuestras fortalezas que creemos estàn allì y con nuestras debilidades que jamàs nos dejaràn, porque somos humanos y ante esta condiciòn, nada es para siempre y todo perdura.

2 comentarios:

juancho dijo...

Hace poco estuvimos por ahí, puse algunas fotos en:

http://guzzistas.mforos.com/768674/11451861-una-gira-por-las-pampas-chatas/


Saludos...


juan

Carlos Bonino dijo...

Que lindo texto, Guillermo,cargado de nostalgia, de historia, la naturaleza es implacable y a veces más cuando tiene la ayuda de algunos "amigos". Nada vuelve a ser lo que era, pero quizás podamos ver pasar otra vez ese tren que nos llevaba a la estación de Epecuen .