En el último nùmero de la revista mensual “Es lo que hay” se me pidió-como lo hago habitualmente-una columna de opiniòn respecto al tema EDUCACION.
En esta ocasión decidí poder expresar algunos conceptos que de alguna manera creo que atraviesan el reciente debate instalado en la sociedad treslomense respecto a la Educación Secundaria (entiendo este tema en forma integral y no como una expresión puntual de la coyuntura).
De acuerdo a este convencimiento, produje para la revista la siguiente nota que ahora comparto con los lectores del blog.
“ELLOS Y NOSOTROS”.
A partir de la Nueva Ley de Educación Nacional y su correlato en la Provincia de Buenos Aires, la escuela media se convirtió en obligatoria para todos los adolescentes y jóvenes.
Esto es así y más allá de la idea “igualitarista” que siempre se declama, sigue siendo hoy, el gran desafío de esa escuela, convertir el discurso en realidad.
Es que no basta con “abrir las puertas” del nivel medio, sino que es necesario interrogarnos también sobre lo que pasa en el interior de la misma, sobre algunas de nuestras prácticas y concepciones.
Es contundente el aumento de matrícula y también que el mismo se produjo fundamentalmente en los sectores mas vulnerables de la sociedad.
Hoy a las escuelas secundarias acceden chicos que provienen de hogares con menos experiencia escolar, golpeados por sucesivas crisis pero que aún encuentran “ese” lugar como uno de resistencia y crecimiento personal.
Por otro lado, durante todo este tiempo, perduró en otros sectores la sensación de “pertenecer” a un grupo definido y selecto y esa pertenencia les permitía acceder a una formación que daba cierto “espíritu” e identidad a sus actores.
Esta noción de educar para la distinción y la jerarquía social se mantiene todavía en “la cabeza” de muchos sectores importantes dentro de las escuelas.
Entonces tenemos que las aulas se poblaron de alumnos que ya no pertenecen a un solo sector de la sociedad y es precisamente en las escuelas públicas donde más se siente el efecto de estos nuevos sectores, cuestión que no sucede en las escuelas privadas. Pero en el caso de Tres Lomas, no hablamos de escuelas “privadas” porque no las hay. ¿Quizás esté haciendo falta crear una?
Estos nuevos sectores que han ingresado a las escuelas secundarias públicas, son vistos muchas veces en términos de “carencias”, no solo económicas sino culturales y afectivas. Por eso se produce-como elemento reiterado- la crítica a las familias de los alumnos , que parecen representar, para la mayor parte de los directivos, el orígen de todos los “males”, mostrando una mirada deformadamente “antropológica”, donde se “naturalizan” los distintos niveles de conocimiento que los chicos “pueden alcanzar” o “no pueden”, como producto inexorable de su orígen social.
También critican el “asistencialismo” y aunque lo aceptan, la sensación es que en el fondo se lo hace con desprecio y sin otorgar dignidad alguna al acto de equidad que supone.
Existe aún hoy en muchos docentes y directivos, una percepción del ámbito escolar que podría simplificarse así: Están “ellos” y estamos “nosotros”.
“Ellos” son los adolescentes y jóvenes que antes no estudiaban y sus familias; “Nosotros” somos los adultos, docentes y directivos.
O también podría leerse así: “Ellos” son los recién arribados; “Nosotros” somos los que ya estabamos aquí.
E incluso así: “Ellos” son los que tienen códigos diferentes, valores distintos, disposiciones y modales “incomprensibles” ; “Nosotros” los que creemos en un “modelo de familia ideal” con códigos y valores que la distinguen, previsibles y “normales”
O así: “Ellos” son los extranjeros pedagógicos que molestan ; “Nosotros” la patria que “quiere estudiar” tranquila.
¿Hasta qué punto, esta diferenciación instalada, no reproduce en la escuela lo que ha sucedido durante las últimas décadas del neoliberalismo? ¿La vara de la “normalidad” no profundiza la desigualdad escolar? ¿Cuánto hay de reproducción de las desigualdades sociales y cuánto de producción propia de las escuelas medias?
La respuesta no es simple, pero creo que se puede volver a fortalecer un espacio común que entrelace las experiencias escolares de alumnos y docentes, contruyendo cotidianamente un lugar donde el discurso tenga significado para todos los actores de la educación, terminando con el “ellos” y el “nosotros” y especialmente una de las formas en que estas cosas suelen resolverse: los que quedan “adentro” y los que son enviados “afuera”.
Si la escuela pública media hace eso, estará dando la gran pelea contra la fragmentación social y estará entusiasmando a todos sus integrantes para la gran aventura de “vivir con otros” que no estén condenados a ser eternamente desiguales.
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