martes, 21 de octubre de 2008

COMPARTO UN CUENTO



En estas èpocas de Crisis Energèticas y cambios de horarios para ahorrarla; en momentos en que Greenpeace concientiza acerca del uso de las làmparas incandescentes y los gobiernos las cambian por las de bajo consumo; en situaciones de “colapso” del sistema hidroelèctrico con explicaciones que van desde una “crisis de crecimiento” hasta la “imprevisibilidad del gobierno”; en momentos asì y casi escapando del tema, me topè con un cuento simple, que habla de esto mismo, y de mucho màs, pero de una forma singular.
Es del cura Mamerto Menapace, està en su libro MADERA VERDE y se llama “Buscando el Mar” . Me gustò y lo comparto.

“Como todos los rìos, tambièn èl se habìa puesto en movimiento buscando el mar. No lo conocìa. Simplemente lo intuìa, como un destino. Como un llamado.
Cuando la primavera de la vida puso su nieve en movimiento, contra lo primero que chocaron sus aguas alertadas fue precisamente con las rocas que hasta ese momento le habìan cobijado. Tal vez le resultò difícil encontrar su cause y ubicar un rumbo.
Pero habìa una fuerza imperiosa que lo ponìa en movimiento. Siempre hacia abajo, siguiendo su instinto de agua en movimiento, sentìa estar respondiendo al misterio de su existencia, buscando un encuentro.
Los rìos son agua en movimiento que busca el encuentro con el mar. El mar lejano y aùn no conocido los atrae. Y respondiendo a esa profunda y misteriosa atracción, arrastran su pecho por la tierra, embarran su caudal, atropellan los obstáculos y abren surcos que seràn su propio cauce.
Pero hay rìos que renuncian a llegar al mar. Hay algunos que lo hacen porque no les alcanza el caudal y terminan por morir en los arenales. Otros en cambio, abandonan su tensiòn por el mar y se convierten en lagunas: las lagunas son rìos que olvidaron su tensiòn por el mar. Cansadas de andar y vencer obstáculos, prefieren construir su propio océano en el hueco de alguna hondonada, o en los esteros de la tierra anegadiza. Y allì se quedan, engañàndose a sì mismos, creyendo haber llegado cuando en realidad simplemente se han detenido. Señal de que no fueron muy lejos.
Pero hay otro tipo de rìos que tampoco llegan al mar. A èstos ni les ha faltado caudal, ni han abandonado su tensiòn por el mar. Al contrario. Allì donde su cauce se embreta y corre mas apasionadamente puliendo las rocas, han aceptado un dique que los sofrena.
Sus aguas tumultuosas, al no poder seguir su curso normal, se arremolinan acorraladas y comienzan a trepar lentamente las laderas acumulando toda su energìa. Se parecen a las lagunas. Pero hay algo importante que las diferencia: anidan en la altura y aceptan una turbina que las desangra.
Insisto que no han abandonado su tensiòn por el mar. Al contrario. Al sentirse contenidas por el dique que se interpone en su libre carrera instinstiva, su ímpetu se acumula y se potencializa cada vez màs. Incluso su fuerza puede llegar a ser peligrosa, si el dique cede. Entonces todo su caudal liberado de golpe se convierte en avalancha de piedras, barro y agua, asesinando todo lo que encuentra a su paso. Ha habido ciudades destruidas por las aguas desenfrenadas.
Pero si el dique resiste, porque se ha asentado sobre roca, entonces la fuerza acumulada se canaliza a travès de la turbina y se convierte en luz, en energìa, en calor. El caudal se desfleca por las acequias y va a regar los surcos, creciendo por los viñedos hacia el vino, por los trigales hacia el pan, por los olivares hacia el aceite que alumbra, suaviza o unge. Gracias a su fuerza acumulada, entra en cada casa para el humilde servicio de abrevar, refrescar o lavar.
Nuestro rìo es de este tipo. Aceptando el dique que frena sus instintos de correr libremente hacia el mar, se hizo lago. No tenìa mucho caudal, pero lo alimentan las nieves de la cordillera patagònica y tiene cerros en su camino. Y en los Cerros Colorados su curso fue interceptado. Encorvò su lomo gredoso al sentir frenado su ímpetu y actualmente sigue buscando ansiosamente el mar a travès de la turbina que canaliza toda su energìa. Y buscando el mar,llega hasta mi mesa hecho luz. La luz que alumbra mi celda de monje y me permite escribirles a ustedes su paràbola en tensiòn y servicio. Porque este rìo no està esclavizado. De ninguna manera. Ha sido liberado para ser puesto en servicio”

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