sábado, 8 de noviembre de 2008

TRADICION Y MUERTE. Publicado en diario "La Opiniòn" del lunes 10 de noviembre.



El 10 de noviembre celebramos el “Día de la Tradición”, día en que nació el autor del “Martin Fierro”; don José Hernández, obra canonizada apenas pasado el centenario de la patria, cuando las conferencias de Leopoldo Lugones la convierten en el ícono de la literatura nacional, ante un aluvión inmigratorio que ponía en jaque lo que la clase dominante de la época, consideraba “nuestra cultura”.

Lugones adoptó para definir la “identidad nacional” una serie de conferencias que pronunció en el Teatro Odeón en 1913 y que luego recopiló y amplió en su libro “El Payador” publicado en 1916.

Lugones construye un nuevo Martín Fierro, pero no porque le haya sacado o agregado un solo verso, sino porque entiende que ese poema puede colocarse por encima de todos los demás y convertirse en el paradigma de nuestra identidad. Lugones habla siempre a “teatro lleno” y entre el público està el propio presidente, don Roque Saenz Peña y sus ministros. Se advierte, se “olfatea”, que lo que está en juego no es solo una obra, sino la construcciòn misma de la genuina “alma argentina”, es una necesidad política del momento y el poema “hernandiano” será el elegido.

Por eso Fierro adquiere características de héroe, lo hace en un contexto de demanda para instalar un sistema igualitario a la hora de elegir gobernantes (voto universal masculino, secreto y obligatorio).

Es la reacción contra el igualitarismo democráctico, encarnado por don Hipólito Yrigoyen y sus revoluciones sucesivas, las que obligan a crear la personalidad excepcional del héroe y esta heroicidad estuvo encarnada por el gaucho.

Dice Lugones: “Cuando nuestros gauchos se regocijan con el poema que a los cultos también nos encanta, es porque unos y otros oímos pensar y decir cosas bellas, interesantes, pintorescas, exactas a un verdadero gaucho”. Es decir, plantea una forma de definir y afirmar una identidad por sobre las diferencias sociales, sin conflictos, sin tensiones.

El gaucho-dice Lugones-fue “el héroe y civilizador de la Pampa” porque triunfó allí donde fracasó la conquista española, que no pudo conquistar el desierto, que no pudo contra el indio.

Construye así una especie de “entidad intermedia”, un sujeto que debía ser genuino de la pampa, pero que al mismo tiempo, albergara el estímulo de la civilización, un sujeto histórico “eficaz”, pero que no sea indio, que sea otra cosa, que sea “Argentino”.

Tal vez, lo mas interesante de este proceso de canonización consista en sus otras conclusiones; para que el gaucho se convierta realmente en símbolo de la nacionalidad, fue necesaria su extinción real, pero no hay que lamentarlo porque “su desaparición es un bien para el país, porque contenía un elemento inferior en su parte de sangre indígena”.

Por eso, a pesar de su extinción, Lugones encontrará la forma de “espiritualizar” su presencia, no ya como habitante real, dueño libre de la pampa que ahora estaba alambrada, sino como tipo étnico y social a oponer a los recién llegados inmigrantes europeos.

Ante el riesgo de una “extranjerización” exagerada y ante la ausencia de elementos autóctonos, el planteo será el de conservar lo “tradicional”, lo “identitario” de forma simbólica y esto se produce, una vez desaparecido el gaucho como sujeto real, recién allí puede ser recuperado para encarnar lo propio, lo que nos distingue, el alma de la nacionalidad.

Frente a lo múltiple de lo extranjero que bajó de los barcos, se debe oponer una base autóctona a la que la clase dirigente jaqueada de entonces pueda apelar. Eso será el gaucho, no ya como sujeto material, ni como actor social que disputa su lugar, sino como construcción simbólica y por lo tanto inofensiva.

Mientras el aluvión inmigratorio era mano de obra buscada, pero “culturalmente peligrosa” por su diversidad, la identidad nacional debía construirse y para eso, la figura del gaucho era perfecta.

Dice Ernesto Quesada en su obra “Como mezclar sin mezclarse”: “El gaucho ha muerto, la civilización lo ha matado dulcemente, sin convulsiones y ahora su alma respira otra vida mas dulce, la vida del recuerdo, la de la poesía. Y ahora que para bien de la civilización y la cultura argentina, ha desaparecido de la impura vida social, ahora es cuando debe entrar en la gloria del arte a gozar de la perdurable vida poética”.

Sin menoscabo al gran José Hernández, son estos intelectuales y sus aportes , los que “bendicen” su poema; y lo hacen en un contexto sociopolítico difícil, cuando los inmigrantes llegados en cantidad, preocupan a la clase dirigente de entonces.

Es entonces la muerte como actor social problemático, la que “depura” al gaucho y lo convierte en espíritu poético, es su muerte la que le entorna la puerta para la gloria , es la muerte del gaucho “real” la que lo convierte en basamento de tradición.

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