La inauguraciòn del mural: “Ante la injusticia: organización y lucha” pone en discusión el uso de un derecho ciudadano de primer orden, como es el de la utilización del espacio pùblico que debiera estar garantizado a los diferentes actores sociales y culturales, sin distinción de gèneros ni de edades.
Està claro que las calles y veredas constituyen parte del “espacio pùblico” y aunque abundantes, su utilización produce conflictos sobre su uso, por el mensaje que en èl queda impreso.
La situación, de unos jóvenes autogestionarios inagurando un mural y en la otra esquina los funcionarios municipales locales, organizando un campamento en Cochicò con otros preadolescentes y adolescentes, muestra hasta que punto se genera tensiòn ante el significado que ese espacio pùblico cobra a partir de cualquier manifestación que lo utilice.
En este caso,un tapial, cedido, preparado, pintado en mural con un mensaje y una esquina de la plaza con chicos sentados en semicírculo, son las muestras de esta apropiación del espacio pùblico . La diferencia en este caso estriba en que en uno de los lugares fueron solo los jóvenes los que generaron y plasmaron la iniciativa, en tanto en el otro la actitud forzada no se podìa disimular. Bastaba ver como los mismos funcionarios que hacian uso de la palabra para la organización del campamento, levantaban el rabillo del ojo para “espiar” la iniciativa que se querìa contrarrestar.
De cualquier manera, aùn con estos gruesos errores, debiera formar parte de todo gobierno progresista, una oferta urbana, que invite a la libertad y no la coarte, que incite a vivir una aventura plancentera y no una actividad que deba ocultarse o minimizarse, que se respalde la iniciativa y no se la combata con una pulseada patetica (como sucediò en este caso),
Brindar a los adolescentes y jóvenes, espacios de libertad, poco tiene que ver con el tutelaje enfermizo, propio de una participación vigilada.
En este sentido, el concepto de educación, excede al de escolarizaciòn. Estamos hablando aquì de educación social, es decir aquella que todo gobierno y toda sociedad debe garantizar a los adolescentes y jóvenes para convertirlos realmente en sujetos de derecho y no solamente en nombres y numeros de documentos el dìa de la elecciòn.
Està claro que las calles y veredas constituyen parte del “espacio pùblico” y aunque abundantes, su utilización produce conflictos sobre su uso, por el mensaje que en èl queda impreso.
La situación, de unos jóvenes autogestionarios inagurando un mural y en la otra esquina los funcionarios municipales locales, organizando un campamento en Cochicò con otros preadolescentes y adolescentes, muestra hasta que punto se genera tensiòn ante el significado que ese espacio pùblico cobra a partir de cualquier manifestación que lo utilice.
En este caso,un tapial, cedido, preparado, pintado en mural con un mensaje y una esquina de la plaza con chicos sentados en semicírculo, son las muestras de esta apropiación del espacio pùblico . La diferencia en este caso estriba en que en uno de los lugares fueron solo los jóvenes los que generaron y plasmaron la iniciativa, en tanto en el otro la actitud forzada no se podìa disimular. Bastaba ver como los mismos funcionarios que hacian uso de la palabra para la organización del campamento, levantaban el rabillo del ojo para “espiar” la iniciativa que se querìa contrarrestar.
De cualquier manera, aùn con estos gruesos errores, debiera formar parte de todo gobierno progresista, una oferta urbana, que invite a la libertad y no la coarte, que incite a vivir una aventura plancentera y no una actividad que deba ocultarse o minimizarse, que se respalde la iniciativa y no se la combata con una pulseada patetica (como sucediò en este caso),
Brindar a los adolescentes y jóvenes, espacios de libertad, poco tiene que ver con el tutelaje enfermizo, propio de una participación vigilada.
En este sentido, el concepto de educación, excede al de escolarizaciòn. Estamos hablando aquì de educación social, es decir aquella que todo gobierno y toda sociedad debe garantizar a los adolescentes y jóvenes para convertirlos realmente en sujetos de derecho y no solamente en nombres y numeros de documentos el dìa de la elecciòn.
Transmitir el concepto de ciudadanìa, no significa someter a los jóvenes a manipulaciones que devienen en repeticiones irreflexivas y actitudes obedientes, ni en reproducciones forzadas de modelos de saber y de autoridad. Al contrario, significan muchas veces “bancarse” la creatividad y la imaginación de los chicos, aunque cuestionen el orden vigente, como levadura necesaria de ciudadanos que se edifican cotidianamente.
No serà con actividades forzadas como se forman ciudadanos. Hoy mas que nunca la participación juvenil ha sufrido importantes cambios que la “vieja polìtica” no entiende. Los jóvenes motorizan realmente un tiempo nuevo, de forma tal, que los objetos de su solidaridad, de sus desvelos, se diversifican hacia los territorios de la paz, de la conservación de la naturaleza, de la cultura, de la sexualidad, de los marginados, del mensaje de la mùsica, de los desprotegidos. Y lo hacen sin estridencias ni discursos grandilocuentes, lo hacen con festivales, con pequeñas colectas, con actos individuales de generosidad, sin intentos “fundacionales” de partido polìtico alguno. Lo hacen asì, pero no siempre, la “vieja polìtica” lo entiende asì, y por eso se equivoca y “espantarà” en lugar de convocar.
Ser ciudadano, entonces, para los jóvenes no significa de ninguna manera, solamente estar invitados a votar, sino formar parte del conflicto social, de las manifestaciones del mismo, de la toma de posición polìtica (aunque no sea partidaria), del acceso a ciertas garantìas sociales y de la no manipulación.
Una ciudadanìa cultural, debe ser, necesariamente la plataforma para el despliegue de “otras ciudadanìas”. De no hacerse asì, se podrà crecer en votos, pero nunca en conciencia clarificada y en masa crìtica para avanzar hacia una sociedad mas justa.
La ciudadanìa de los adolescentes y jóvenes no debe ser pensada como “concesiòn” graciosa de una lògica polìtico-electoral, ni de “regalo” a cambio de “clientela partidaria”.
Cuando en una sociedad-Tres Lomas por caso- prevalece la idea de una ciudadanìa adolescente-juvenil, tutelada por el gobierno de turno es porque se menosprecia a los jóvenes por mas actividades que se les organicen, cuando se decide unilateralmente, de deja fuera la potencia originaria, la fescura autònoma de quienes van construyendo los procesos propios de incorporación a la sociedad.
En el final, sinceremos una cuestión: los votantes jóvenes configuran un mercado sumamente atractivo para las ofertas de los partidos polìticos, pero al mismo tiempo, si los partidos no entienden bien la cuestión, se constatarà un alejamiento cada vez mayor de los jóvenes con respecto a los àmbitos formales de la polìtica que no logra interpelarlos y por lo tanto comprenderlos.
El “desencanto generalizado” de la dècada del 90, hoy parece perder terreno, porque muchos jóvenes se han volcado a la actividad pùblica, lo que no significa obediencia a un gobierno, sino confianza en su capacidad y competencia para movilizar recursos materiales, humanos y simbòlicos para transformar la realidad. El mural fue ejemplo en este sentido.
No serà con actividades forzadas como se forman ciudadanos. Hoy mas que nunca la participación juvenil ha sufrido importantes cambios que la “vieja polìtica” no entiende. Los jóvenes motorizan realmente un tiempo nuevo, de forma tal, que los objetos de su solidaridad, de sus desvelos, se diversifican hacia los territorios de la paz, de la conservación de la naturaleza, de la cultura, de la sexualidad, de los marginados, del mensaje de la mùsica, de los desprotegidos. Y lo hacen sin estridencias ni discursos grandilocuentes, lo hacen con festivales, con pequeñas colectas, con actos individuales de generosidad, sin intentos “fundacionales” de partido polìtico alguno. Lo hacen asì, pero no siempre, la “vieja polìtica” lo entiende asì, y por eso se equivoca y “espantarà” en lugar de convocar.
Ser ciudadano, entonces, para los jóvenes no significa de ninguna manera, solamente estar invitados a votar, sino formar parte del conflicto social, de las manifestaciones del mismo, de la toma de posición polìtica (aunque no sea partidaria), del acceso a ciertas garantìas sociales y de la no manipulación.
Una ciudadanìa cultural, debe ser, necesariamente la plataforma para el despliegue de “otras ciudadanìas”. De no hacerse asì, se podrà crecer en votos, pero nunca en conciencia clarificada y en masa crìtica para avanzar hacia una sociedad mas justa.
La ciudadanìa de los adolescentes y jóvenes no debe ser pensada como “concesiòn” graciosa de una lògica polìtico-electoral, ni de “regalo” a cambio de “clientela partidaria”.
Cuando en una sociedad-Tres Lomas por caso- prevalece la idea de una ciudadanìa adolescente-juvenil, tutelada por el gobierno de turno es porque se menosprecia a los jóvenes por mas actividades que se les organicen, cuando se decide unilateralmente, de deja fuera la potencia originaria, la fescura autònoma de quienes van construyendo los procesos propios de incorporación a la sociedad.
En el final, sinceremos una cuestión: los votantes jóvenes configuran un mercado sumamente atractivo para las ofertas de los partidos polìticos, pero al mismo tiempo, si los partidos no entienden bien la cuestión, se constatarà un alejamiento cada vez mayor de los jóvenes con respecto a los àmbitos formales de la polìtica que no logra interpelarlos y por lo tanto comprenderlos.
El “desencanto generalizado” de la dècada del 90, hoy parece perder terreno, porque muchos jóvenes se han volcado a la actividad pùblica, lo que no significa obediencia a un gobierno, sino confianza en su capacidad y competencia para movilizar recursos materiales, humanos y simbòlicos para transformar la realidad. El mural fue ejemplo en este sentido.
3 comentarios:
"Ser ciudadano, entonces, para los jóvenes no significa de ninguna manera, solamente estar invitados a votar, sino formar parte del conflicto social, de las manifestaciones del mismo, de la toma de posición polìtica (aunque no sea partidaria), del acceso a ciertas garantìas sociales y de la no manipulación.
Una ciudadanìa cultural, debe ser, necesariamente la plataforma para el despliegue de “otras ciudadanìas”."
me gusta mucho esta gfrase-definición, grillo. Creo que hay que escarbar; de lo único que estamos seguros es de que formamos parte de un conflicto social. No hay recetas ni partidos salvadores. A cada ratro se inventa la historia.Escarbar entre las rigidezes y cosas dadas por sentado, desde un lugar cultural, una ciudadanía cultural como vos decís.
hay para bajar de internet un documental (creo que está como en 10 partes dividido) que se llama "la calle no calla", es sobre la cultura grafittera de la ciudad de Mexico. Está muy pero muy bueno. Hasta te imagino pasandolo en tus clases!!!
abrazo
Iñaki
Hola Grillo: te felicito por las notas del blog, siempre me gustó mucho escuchar tus opiniones, tanto en las clases de Cs Sociales, como cuando tuviste el programa radial los días sábados y ahora tener la posibilidad de leerlas en tu blog.
Con respecto a esta publicación me parece buena la iniciativa de los jóvenes de realizar un mural, creo q en cuanto a los hechos sucedidos en este último tiempo no es apropiado el lugar donde fue realizado, pero no todos tenemos el mismo punto de vista ni pensamiento, al fin y al cabo todos vivimos en el mismo pueblo.
Saludos
Iñaki:Hoy se plantea el tema de la llamada "modernidad lìquida", donde todo lo "sòlido" parece desvanecerse. En este sentido, los partidos polìticos debieran comprender y actuar en consecuencia, para que su trabajo ayude a construir mejores ciudadanos, alentando la autonomìa y el libre pensamiento. En esta "liquidez" debieran saber moverse y no rigidizarse en fòrmulas gastadas que se traducen en frases como estas: "El futuro es de los jòvenes" mientras los mandan a pintar un cartel, escuchar mansamente y obedecer al puntero polìtico. Esto genera votantes mansos y obedientes, pero no ciudadanos libres y los partidos debieran esmerarse por tener entre sus filas a estos ùltimos.
Anònimo: Me alegro que te hayan gustado mis clases (por lo que decìs has sido alumno mìo en alguno de estos 16 años que llevo como docente). Me gustarìa aclararte un concepto. Toda clase de Ciencias Sociales tiene un momento fuerte donde la temàtica se desarrolla y el intercambio indefectiblemente se produce. El docente que trabaja en esta àrea, por supuesto que tiene su propia posiciòn, pero es ètico de su parte, ponerla entre parèntesis, dejarla en suspenso, promover la mayor amplitud de opiniones fundamentadas y garantizar siempre el pensamiento diverso y heterogèneo. Asì entiendo las intervenciones, tanto las personales como la de todos los alumnos, el tener en cuenta el pensamiento ajeno, no es otra cosa que identificar y visualizar al "otro", darle su lugar, generar el espacio necesario para que lo multicultural y las distintas formas de interpretar el mundo y la sociedad, tengan un lugar garantizado. Una clase de sociales con un solo pensamiento es triste, pobre e inconducente. Si hay multiplicidad de miradas, es lo contrario: alegre,inmensamente rica, fresca y se aprende.
Respecto al lugar del mural, realmente creo que es un dato menor, me gustarìa debatir si, el significado de esas imàgenes, que puede encontrarse en tantos "ojos" que lo vieron, como cabezas que lo pensaron. El mural ya no les pertenece a quienes lo pintaron, ahora es de la gente y cada uno lo puede "ver" diferente. Este es un debate interesante y que puede enriquecer, pero lamentablemente hay pocos espacios para llevarlo adelante. Toda actividad cultural puede ser capitalizada por cualquier actor cultural que se precie: sea la muestra de vestidos de novia, como el mural en cuestiòn. Todas las cosas, dejan de ser solo objetos inmòviles, si uno "conoce el lenguaje" para dialogar con ellos. Un vestido de novia me "dice" mucho mas que la tela y su costura. De la misma manera un mural, debiera provocar otras discuciònes si observo e interrogo con atenciòn. Un abrazo que no es "anònimo", aunque no se a quien se lo mando.
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